21 febrero 2011
17 febrero 2011
15 febrero 2011
Habíamos llegado a extremos absurdos. A conversaciones desagradables y violentas antes de dormir. A evitarnos las miradas cuando todo lo que teníamos que decir se nos agolpaba en el pecho y nos salía disparado por los ojos. Aquel día no ocupábamos casi espacio, pero teníamos mucha necesidad. No consigo entender la situación. Aquél maldito día. Te levantaste tras recibir una llamada que te tuvo despierta durante más de hora y media. Te volviste hacia mí y susurraste con un suave hilo de voz "nosotros no somos". Así, tal cual, con los ojos brillantes y una mirada demasiado vacía que claramente mostraba la gran mentira que se escondía tras aquella frase. Esa puta frase que lanzaste sin que la duda dejara rastro alguno en tus labios. Cogiste tu ropa, te dirigiste hacia la puerta y te marchaste silenciosamente. Tan silenciosamente como entraste en mi vida unas semanas antes. Hubiese deseado que dieras al menos un portazo, y que ese golpe me hiciera pegarme escrupulosamente a la realidad; igual que tu frase, que pareció apenas arañarme y precisaba de mi agarre para que provocara escozor. Pero no quise hacerlo. Y desde entonces vivo en una desrealización permanente, sin ser capaz siquiera de haberme levantado a limpiar el cenicero repleto de colillas que fumaste aquella tarde y que parece absorber toda la energía positiva de esta habitación; es un círculo vicioso. Y la herida sigue abierta. Dejaste tu aroma abrazado al humo en cada rincón, éste tan denso que se ha quedado a vivir aquí, y me atrapa. Llevo meses en tu búsqueda y tratando de acertar el motivo de tu autodestrucción y no obtengo más que eternos y desgarradores silencios, es todo lo que me ha quedado de ti. Una brevedad que se ha dilatado temporalmente que de tan intenso parece de una duración indescriptible. Nada y el silencio, donde empieza todo, ¿no?.
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07 febrero 2011
04 febrero 2011
01 febrero 2011
Como cuando hablas sin parar porque necesitas soltarlo todo, hasta la gota que colmó el vaso, esa también. Cuando gritas sin tomar aire siquiera, hasta perder la voz, hasta quedarte sin aliento. Como cuando te desgarras la garganta intentando desprenderte hasta del último atisbo de lo que quiera que sea que te malcome, y arrancarte las espinas. El ceño fruncido y las entrañas apretadas por esa cosa que te golpea la boca del estómago, que te retuerce. Como las ganas de que vengas pero no aparezcas más. Como saciar una necesidad: una droga; y tú la metadona, pero llenarse de vacío es absurdo. Y consecuentemente, vivir de exponerse también. No sé que quiere decir exactamente eso, pero ¿no es acaso lo que llevas haciendo toda tu puta vida?.
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