24 noviembre 2013




Me he sentido lanzar tantas veces a la muerte, 
que ya siéntola permanente respirando en mi nuca,
como en acecho.
Cuando percibo a veces su alcance, sí: temo, 
en la quietud de la noche
y en la estaticidad de estas cuatro paredes
que simulan mi lecho, mi sima.
Tan oscura, 
tan discorde con la vida 
y tan cuna de mis miedos.

























16 octubre 2013







tengo una mujer entre los labios,
tengo una revolución entre las piernas.
















20 agosto 2013

Ser viento o veleta.



.



Ella es ventana abierta que me inyecta aire fresco en los ojos si voltean. Ella es difusa y me salva. Me rescata si me descubre catatónica y explosiva. A explosiva me refiero cuando estoy solo a tres derrotas de la involución. 
A catatónica cuando las derrotas son inminentes.

Ella descansa en el espacio reservado entre el mentón y las clavículas, me acompasa cuando respira profundo, tan ausente. Yo en las horas tardías me elevo y me siento arder; y, en ocasiones varias, las terceras falanges de las manos flaquean, cuando sufro de congestión de la escritura.

Se desliza sigilosa sobre mi cuerpo, desnuda y frágil, cuando me lloran hasta los brazos y las piernas y el vientre y el tramo de carne entre el tercer y cuarto costillar. Ella se vuelve manta y me cubre; se hace ancla y me sostiene si me ve ansiosa de miedo y escapar.

Le doy vueltas con cuchara sopera a mi taza de café y pienso qué putada joder si no estuvieras. El café ya no duele porque sustituí el letargo de morir de amor y sangrar creatividad por el aplastante aburrimiento que aporta la felicidad enlatada. La  e st abi l ida d  me aburre pesadamente, pero me ha acogido en sus brazos y me está dejando descansar los ojos. Ahora veo difuso a través de los párpados. Se torna todo tan lejano y distinto con este filtro vaporoso, con esta barrera de seguridad que se forja cuando se disipa el miedo, cuando no hay estado de alerta ni acecho. 

El miedo hace a lo cotidiano plasmarse en tu retina con trazo de pincel de punta gorda, remarcado.

Si tiemblo, desliza lentamente tu mano sobre mi frente y baja hasta los ojos y cierra. Cierra la compuerta. Si me abrazas por detrás el temblor se convierte en lágrima huidiza que baja y reposa en la cadera. Deja que me pierda en la selva que supone tu pelo. Déjame anidar esta revolución, -me sale susurrarte derramando risa por los ojos-.

Puedo verla ahí sentada, con las rodillas desnudas cruzadas, y cuando vislumbro su entrepierna, eh, juro que tal gesto se me antoja tan sensual que podría decir que la piel de sus grietas tiene textura de cachemir. 

Vivo tan como en otra galaxia; que hace tiempo que no paseo 



por esta isla 

de paz en medio de tanta desidia. Ella es primavera permanente, flor en bruto. Me-arrimo-más-a-ella porque el pum-pum pum-pum ha descendido considerablemente, aunque me sienta ordinaria y del montón, anónima y pasajera; pero joder, esto me viene de puta madre. El mal humor tempranero de madrugar lo saco a subasta, y ahora si quiero me hago un jodido regalo de desayuno con zumo de naranja recién exprimido, y si me da me fumo un cigarro hasta el filtro y sin sujetador en el balcón, y me rasco ahí atrás y, si me da también, igual me tiro toda una mañana haciendo cualquier cosa normal porque me siento normal, que lo mismo comienzo un libro infumable y abandono, que me da por ponerme a hacer macramé escuchando bossa nova.

Reconforta abandonar el tedio a intervalos 
porque nos hace creernos ajenos a la miseria.

Yo estoy de vacaciones en una espalda.

28 junio 2013

La Literatura tiene nombre de mujer.




























13 junio 2013

En cada soledad asedia un grito que ondea a media asta.
















04 abril 2013

En ocasiones, no queda otra que dejarse c
                                                                 a
                                                                    e
                                                                       r.
                                                                       
                                                                           Cuando ya no queda nada a lo que.

10 marzo 2013

Sui géneris


"Cuando una situación se torna desbocada y punzante no queda otra que asirse a una colosal coraza de escepticismo y despampanante aislamiento; y si a posteriori el momento empieza a antojarse particular de las cavernas entonces aún nos quedará la salvación que supone empeñarse en otros caminos o asfaltos artísticos o de sabiduría inherente; buscar el punto boreal en otro eje cardinal alternativo de frecuencia aleatoria, renovada. 

Realizarse una estereotomía corporal virtual de forma autodidacta puede suponer un acto de brillante bienvenida al caos, Pues si bien, solo podrás analizar tu propio tumor sensorial de forma subjetiva casi en su totalidad (quedará alterada por tu particular, errática y desproporcionada percepción de la realidad), al menos podrás seleccionar y organizar las nuevas ideas que pretendas concebir y configurar en tu sistema cognitivo; pero, por si fuera poco, te expones al riesgo de implantar ideas equívocas y peculiares que podrán hacerte sentir materia alienada o hasta de otra galaxia, incluso. Pero esto te conformará único y eterno al menos en varias dimensiones a la redonda, una huella imborrable formada de materia gris que toma estructura cristalina en algún lugar espacio-temporal escarpado e inaccesible, intocable. Como renacer. 

Como emerger apelado por la asfixia de entre unas aguas densas o fluidos no-newtonianos. En completa y grosera desnudez neonatal (...)"

26 enero 2013

Despropósitos

Quédate dormida a las tantas con la sensación de pérdida temporal, con la luz encendida y todos tus cuadernos esparcidos por la cama. Por la mañana apaga adormilada las diez alarmas que configuraste la noche anterior con la certeza de que conseguirías despertarte temprano esta vez. Abre los ojos sobresaltada a las 12.05 pm. Desperézate y quédate en la cama durante cuarenta y cinco minutos más con esa penetrante sensación de echar de menos todo el tiempo. Piensa e imagina una sucesión de hechos que deberías estar haciendo en ese instante, como por ejemplo en un café que te tomas mientras lees las noticias del día y ya enlaces y procrastinas durante dos horas más. Levanta de un salto y prepara un café que estará mucho más cargado de lo que esperabas. Sube la persiana y abre la ventana de tu habitación de par en par, deja entrar algo de luz y de vida y provoca por lo menos una inestabilidad Kelvin-Helmholtz al contacto con el aire viciado del ambiente que te rodea. Lee las noticias del día y profundiza un poco más con ellas en esa herida de vacío existencial. Sospecha que tú eres una herida gigante por ti misma, una especie de metamorfosis kafkiana. Así hasta con tu sangre y todo tu escozor. Piensa en que no ha sido cosa tuya, culpa a algún trauma de todo pasado anterior. Siéntete aún peor. Piérdete en tus ideas durante al menos una media hora más mientras piensas en lo que vas a cocinar hoy. Redacta una lista de cosas que tienes que hacer y gasta todo tu tiempo disponible en vez de ponerte a ello. Mira la hora inquieta, empieza a preparar cualquier comida suculenta que se te termine quemando en la sartén; rompe algún vaso colocando lo del día anterior en el lavavajillas. Decide darte un baño caliente, pasea desnuda por la casa durante media hora hasta que te decidas. Apaga y enciende el grifo nueve veces hasta que el agua caliente de tu casa tenga miramientos contigo. Desespera y sal de la ducha a las cinco minutos. Haz un análisis exhaustivo y banal de todo el vaho que cubre el cuarto de baño. Observa detenidamente tu cuerpo empapado en el espejo empañado y haz el imbécil con posturas extrañas e irrisorias o mírate las tetas y culpa a esas dos jodidas perfectas de toda preocupación adolescente añadida; piensa que otra vez olvidaste desmaquillarte la noche anterior. Limpia todo el rímel corrido desde tus ojos hasta las mejillas y luego úntate alguna crema de esas caras. Como dibujando círculos. Para hidratar, piensa. Repite para tu interior intentando convencerte que deberías dejar de fumar y al verte rodeada de humo siente un pinchazo en el costado y un poco hacia atrás. Come deprisa con el pelo empapado pero peinado hacia atrás y al terminar fúmate un cigarro en el balcón observando a la gente que pasa por debajo de ti unos cuantos metros más abajo. Siente el sol templar tu cuerpo y piensa en alguna composición fotográfica artística desnuda al sol y fumando. Haz algo productivo después de perder dos horas eliminando cualquier miedo irracional que te retiene todo el tiempo. Lee cosas e infla tu cultura mientras aumentas tu estrés y tu odio hacia la red. Siente agobio pensando en la cantidad de información que acabas de intentar meterte en la cabeza. Olvídalo todo al rato y luego siéntete frustrada. Sal a la calle y anda como si tuvieras que llegar cuanto ante a los sitios. Detente un instante porque te estás jodiendo los tobillos. Escucha música con los cascos e inventa alguna coreografía callejera mientras te abres paso entre la gente con ágiles movimientos. Piensa en que  tienes que actualizar tu lista de reproducción del móvil y que a ver si la canción esa que nunca escuchas la quitas de una vez de dicha lista. Tómate un par de cervezas y reflexiona sobre la política actual y cómo juegan con el declive económico y sobre el consecuente derrumbe de los pilares de la educación y la salud. Vuelve a casa con un poco más de angustia que antes de decidir salir para aliviar tu mente (...)

23 enero 2013





La literatura para mí viene a ser algo así como una prolongación metafísica de la tristeza.











12 enero 2013

La poesía no quiere nombrarte.

No te escribo poesía porque no quieres que nadie te adore con versos baratos que podría recitar de forma azarosa en cualquier instante caprichoso de alevosía. Tú buscas un amor impertinente, que te materialice en textos amargos y punzantes, de esos que te dejan en trance cuando escribes y te descubren desnuda y descompuesta cuando pones un punto terminal. Me desequilibras porque necesitas alimentarte de las palabras que conjugo para arañarte todas esas veces en las que aún no concibo que, cuando te pones ligeramente de perfil y observas levantando despacio la mirada por encima de la copa de vino y la acaricias deslizando delicadamente hacia abajo tu dedo índice por todo su borde, su curvatura, su cuello y su base, es porque estás entrando un poco más en ti y huyendo, hablando a grandes rasgos, de todo el resto. Y que es sencillo -me dices-, que no queda otra que resignarse a tu imparable y destructivo comportamiento sobre el que no quiero empezar a dramatizar. Pero lo justificaría diciendo que yo en ocasiones cedo mi norte mientras que tú no permites que tu cuerpo cese de agarrarse a la inherencia espiritual y abstracta; tú ya no quieres volar ni despeinarte. Serpenteas tus brazos por mi cuello y clavas elegantemente tus uñas en mi espalda, como si con la copa de vino tratases. Y susurras que quieres enseñarme un millón de motivos para derramar literatura sobre ti provocando toda esa furia interior, buscas que me abra y revele y me entregue al Arte, como si me deslizara por un tobogán, conmovida por esa adrenalina que me inunda cuando atisbo y comprendo la ruleta rusa en que consiste tu carácter derrotista y selectivo entre lo que es necesidad y lo olvidadizo. 

Y primero abrazas
                          para luego empujar
                                                     a esos abismos















                                                                             de incertidumbre cuando
                                                                                                                me colmas de desidia
                                                                                                                                                y sentencias que

la vida
fue tan injusta contigo que sientes amor y miedo en la misma proporción y que es por eso 
por lo que no puedes detenerte,
y me sacas la fuerza desde dentro como el que descorcha una botella de champán francés, mi amor.







11 enero 2013

Exijo un abrazo tan grande que me rompa y me abrigue a partes iguales.