12 enero 2013

La poesía no quiere nombrarte.

No te escribo poesía porque no quieres que nadie te adore con versos baratos que podría recitar de forma azarosa en cualquier instante caprichoso de alevosía. Tú buscas un amor impertinente, que te materialice en textos amargos y punzantes, de esos que te dejan en trance cuando escribes y te descubren desnuda y descompuesta cuando pones un punto terminal. Me desequilibras porque necesitas alimentarte de las palabras que conjugo para arañarte todas esas veces en las que aún no concibo que, cuando te pones ligeramente de perfil y observas levantando despacio la mirada por encima de la copa de vino y la acaricias deslizando delicadamente hacia abajo tu dedo índice por todo su borde, su curvatura, su cuello y su base, es porque estás entrando un poco más en ti y huyendo, hablando a grandes rasgos, de todo el resto. Y que es sencillo -me dices-, que no queda otra que resignarse a tu imparable y destructivo comportamiento sobre el que no quiero empezar a dramatizar. Pero lo justificaría diciendo que yo en ocasiones cedo mi norte mientras que tú no permites que tu cuerpo cese de agarrarse a la inherencia espiritual y abstracta; tú ya no quieres volar ni despeinarte. Serpenteas tus brazos por mi cuello y clavas elegantemente tus uñas en mi espalda, como si con la copa de vino tratases. Y susurras que quieres enseñarme un millón de motivos para derramar literatura sobre ti provocando toda esa furia interior, buscas que me abra y revele y me entregue al Arte, como si me deslizara por un tobogán, conmovida por esa adrenalina que me inunda cuando atisbo y comprendo la ruleta rusa en que consiste tu carácter derrotista y selectivo entre lo que es necesidad y lo olvidadizo. 

Y primero abrazas
                          para luego empujar
                                                     a esos abismos















                                                                             de incertidumbre cuando
                                                                                                                me colmas de desidia
                                                                                                                                                y sentencias que

la vida
fue tan injusta contigo que sientes amor y miedo en la misma proporción y que es por eso 
por lo que no puedes detenerte,
y me sacas la fuerza desde dentro como el que descorcha una botella de champán francés, mi amor.







4 comentarios:

  1. Siempre quedan motivos, y muy buenos, para volar y despeinarse.

    Saludos.

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  3. Esta clase de persona siempre es la más interesante. No sé yo por qué...¿tú? :)

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  4. "Maybe you're the same as me
    We see things they'll never see"

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