31 diciembre 2010

We wish you a Merry Crisis and a Happy New Fear.

28 diciembre 2010

Te diré algo: nadie te escribirá así de bonito en toda tu puta vida.

Mira, no sé ni por qué me tienes así. Pero ya va siendo hora de que termine ésto. Me siento absurda y creo que mi paciencia ha terminado por agotarse. Verás, no es que tenga una necesidad horrible de tenerte. Pero es que no te has dejado conocer, y mira que yo te dije que me iban las cosas complicadas. Me cago en la puta. Parece que te hayas remangado la camisa y que hubieras estampando tu mano dentro de mi pecho con fuerza, atravesándolo; y me has tocado hondo. No sé en qué parte, porque no tiene pinta de ser en el corazón. Es mucho más allá, es un vacío que has dejado cuando volviste a alejarte y me dejaste colgando sin venir a clavarme tu mano dentro del pecho. No te estaba prometiendo la vida ni nada de eso, ni quería establecer ningún tipo de vínculo especial contigo ni blabla, pero es que te conocí, y al momento supe que había "algo". Sí, ya sabes, ese tipo de algo que la gente se dice cuando se conoce y siente una atracción especial. No me refiero con esto a que pensara que fueras el amor de mi vida ni que pensara que se estaba formando algo entre. No, joder. NO. Yo te lo dije: me inspiras confianza; o algo así. Notaba que estabas muy muy muy llena de vida y que sería interesante conocerte. Quería conocerte. Y yo no soy de conocer a las personas como todo los demás: "me conozco tu talla de sujetador, tu número de pie, el nombre de tu colonia favorita para regalártela cada año por navidad y tu serie de televisión preferida". No. Menuda chorrada. No me has dejado saber si te sabe el café diferente por las mañanas o por las tardes, si la cerveza te deja resaca o si te levantas más despeinada aún que como te acostaste. (Eso en ti creo que resulta imposible). Tampoco me contaste cuantos tonos dejas sonar hasta que coges el teléfono. O si cuando recibes un mensaje en la bandeja de entrada esperas un segundo antes de leerlo o lo abres inmediatamente. (Alguien me dijo una vez que era bueno esperar un momento antes de abrir algo que esperamos con ansia, pues eso hace que asimiles lo que vas a hacer y que en el momento de recibirlo lo asumas como una certeza y no como algo que ha sucedido pero que no terminas de asimilar del todo. No sé si me entiendes, debería haber puesto otro ejemplo). No sé, pero me das un montón de rabia y te juro que me habría acercado a ti al verte y te hubiera dado un abrazo que te hubiera roto en dos pedazos. Creo que yo podría haberte hecho feliz. Tenía ganas de querer a alguien, te lo juro por dios, y yo no tengo la culpa de que tú aparecieras con tus malditas gafas de pasta, ¿sabes?. Pero mira, que te digo todo esto porque he decidido que ya es hora de pararlo, y escribiendo consigo desprenderme de las cosas. Ni siquiera yo me explico cómo has podido significar tanto en tan poco tiempo. Y me da pena, porque al fin y al cabo me dedico a autodestruirme cada vez que dejo entrar a alguien en mi vida, porque la gente viene, te abre en canal, te roba las ganas y se marcha. Y tú te quedas como flotando en el aire. (Tampoco me dejaste saber si te gusta cocinar por devoción o porque te gusta sorprender a los demás). ¿Cuentas el tiempo en canciones?. Yo siempre, y de mi casa al colegio donde yo estudiaba cuando era pequeña hay tres. Bueno, dos canciones y media si acelerabas el paso.

21 diciembre 2010


Sé que pensarás que estoy loca y todo eso o que me estoy obsesionando o lo que quieras. Pero tienes que entender que me aburría demasiado como para no pensar en ti cada x tiempo, aunque fuese consciente de que lo moralmente correcto era obligarme a no hacerlo. Mira que lo intentaba, pero la parte de mí que no esperaba nada más que 'una semana genial contigo porque te ha dado el arrebato y querías hacerte querer pero ya se te ha pasado' la ha absorbido la parte de: no espero nada de ti, pero por impulso me sale ansiar que vengas a seguirme el rollo, a seguir alimentando aquello que fuera que comenzaste a crear en mi boca del estómago. 'Es bonito sentir mariposas otra vez, aunque sólo duren días, una semana o un mes. Y te olvides. Pero es tan bonito como necesario'. Creo que tengo que decirte todo esto porque digamos que parece que está todo esparcido en el aire y yo necesito cerrar etapas. Digamos. Y no quería pensarte más canciones que tú a mí al día. Y me estaba odiando muchísimo por ello. Yo qué sé, me gustaba un montón, no sabes cuánto, verte ahí con las piernas cruzadas y sentada sobre uno de tus pies, en el filo mi cama. Y joder qué puto coraje me entraba por no poderte dar un golpe en la cabeza y decir te odio. Ahora, ya obvio, no eres nada. (¿O sí?). Pero me da rabia pensar que para cuando a ti te dé por volver a buscar calor en la almohada a la que yo me abrazo cada noche desde que no estás, ya no nos quedarán las ganas, si acaso. Y no es que estuviera buscando un pretexto para que te quedaras. Sólo que por más que lo buscaba, no conseguía encontrar un motivo suficientemente convincente como para tener la fuerza de voluntad de agarrarme a las exuberantes ganas de no querer tenerlas más. Y no es culpa mía si llevo una vida buscándote y cuando estoy a sólo dos años luz de alcanzarte te desvaneces. Maldita inercia de ir siempre a agarrarme al vacío.

13 diciembre 2010



No debería estar permitido privar de la carne ajena, de caricias infundadas o besos a quemarropa. No se puede acostumbrar a alguien a un cuerpo y luego desvanecerse fugazmente dejando en el recuerdo apenas un rastro efímero de la textura de cada tramo de carne y piel. No puedes derramar tus caderas sobre las mías y, tras arrebatarme el autocontrol de las ganasde., pretender que todo vuelva a su estado inicial con simplemente palmear al aire. A los cuerpos inertes hay que dedicarles un tiempo para malearlos. Dicen que se tarda en olvidar al menos la mitad de lo que duró el sentimiento.

12 diciembre 2010


Me gusta hacer las cosas bajo presión. Bueno, no. No es que me guste exactamente, es más bien que usar de eso me proporciona una extraña sensación de alivio, esa maldita necesidad de llegar como con prisas al final de todo, apurando el tiempo, arriesgando oportunidades, apostando todo a perder y sobrepasando los limites de lo seguro. Creo que hace bastante que perdí las marcas de mis límites. Dejarse la vida a despojos en ello. O tocar compulsiva e intermitentemente lo rojo vivo aun sabiendo que te vas a quemar la punta de los dedos, rozando los extremos, y apegándose a todo diagnóstico patológico complementario, alcanzando casi comportamientos tanto disruptivos como destructivos.
Como si de brutales descargas eléctricas necesarias para poner en funcionamiento todo un sistema de conexiones neuronales (o vete tú a saber qué tipo de cosas abstractas tendremos dentro de la cabeza) se tratase. Como decidir bloquear el subconsciente y establecer estrechas relaciones, atar tu vida a alguien, ignorando las altas posibilidades que existen de que te de por salir pitando, huir; aprovechar que, durante unos instantes, sientes que vuelves a estar en contacto con la realidad. y explotar eso hasta la extinción.
Es necesidad no catalogada.

11 diciembre 2010

¿Sabes?, a veces pienso que sigues siendo una completa desconocida, otra vez, quiero decir. Porque juraría que alguna vez logré llegar a conocerte, un poco, al menos. Pues eso, eres otra vez una extraña, sólo que esta vez no sé si me gusta la idea. No estoy hecha para los bucles, siempre se me dieron mal. Y lo peor de todo, es que creo que mi vida ya es uno enorme de por sí, con lo cual debo estar destinada a la autodestrucción eterna o algo parecido, maldita seas.

te sienta bien ser un punto suspensivo.
de los de final abierto, amargo.

08 diciembre 2010

Acaso tienes la menor idea de lo que es que la rabia se apodere de tu cuerpo, que trepe entre tus costillas o que la absorba hasta el más insignificante poro de tu piel. Que te la inyecten en vena, a dosis abismales, y que cuando te llegue al corazón, éste la impulse de tal forma que haga palpitar con violencia hasta la más pequeña ramificación de todas tus arterias. Que te peguen una sacudida todos los músculos a la vez.
Lo peor de todo es que tienes que sacar fuerzas de dondecojonespuedas para contenerla si no quieres ver tu cabeza estampada en el cristal que tienes delante.
Menuda mierda, sí. Y de repente te suelta, te deja caer al vacío, y se lleva consigo cualquier pequeño aliento de vida que encuentre en su camino, hasta de entre tus más podridos rincones.
Entonces, si nunca has experimentado esa sensación, más vale que.

07 diciembre 2010

spring's gone.



De izquierda a derecha. Amarillo, amarillo, blanco, mierda. Tengo el miedo y los nervios acoplados, aplanados en la garganta. No puedo dejar de pensar en que vienes. Y es que esta vez es cierto que vienes, ¿sabes?. Diría incluso que casi te estoy viendo ya bajar del autobus, con tu mochila de cuero marrón, una mano en el bolsillo con dos dedos por fuera de este sosteniendo un cigarrillo apagado y que vas a encenderte en cuanto pongas una de tus zapatillas viejas y sucias en el suelo. Con la otra mano te colocas el flequillo que siempre te cae resbalando por la frente y te mojas un poco los labios con la lengua, como si cataras el aire de esta ciudad. No sé si me diagnosticarán una parada cardíaca autoinducida o qué, pero este es un completo suicidio a mano armada, pero sin armar. Noto el corazón en las manos, en las pestañas. Noto el corazón en. No noto el corazón, se me ha salido por la boca. Amarillo, amarillo, otra vez, joder venga. Espero ansiosa. Aún no puedo creerme que estés llegando aquí, a mi ciudad, a esta estación. Pero puedo imaginarte sentada en el autobús, observando, como sólo tú podrías hacer, preguntándote cosas que la gente normal no se llegaría a cuestionar en su vida. Cosas como por ejemplo por qué el chico con el pelo tupido de dos asientos más allá de la parte derecha no deja de rascarse la cabeza y mirar el reloj nervioso. Una bomba, lleva una bomba seguro -murmuras para ti misma-. E inmediatamente ya estás analizando otra cosa, superponiendo pensamientos. Como por ejemplo, que hay que ver lo bonita que es la luz de la prematura primavera. Puedo visualizarte allí sentada, inmóvil, al final de cualquiera de aquellos autobuses de color blanco y letras azules. Azules. Como tus ojos. Cruzando el puente de los seis anillos, el único que conoces (que me lo repites siempre y no me canso). Puedo casi verte pensando, dando todo eso que va a ocurrir por sentado, como si venir a verme a escondidas fuera lo mas normal del mundo, como si lo hicieras formar parte de tu rutina, así pierde importancia, ¿no?. Al contarlo, al expresarlo con palabras, se hace tangible y pasa de ser algo real a convertirse en certeza -piensas seguro-.
Dentro de poco, en unos minutos, vas a estar a dos centímetros de mi boca. Y esa es muy poca distancia, ¿sabes?. Joder.

A todo eso le doy vueltas en mi cabeza mientras observo muy atentamente cómo decenas de autobuses se amotinan poco a poco en la estación, lanzando fuertes rugidos desde alguna parte del interior de esas grandes carcasas oxidadas, esquivándose unos con otros y saturando el sonido de forma brutal. Dejo que el ruido se apodere de todo, haciendo así que pase a un segundo plano y que mis oídos se acostumbren a éste. Todos se colocan en orden, formando un ejército de masas pesadas, humo, ruido y metal; unos al lado de otros. Descansando sus pesadas armaduras sobre sus desgastados neumáticos y sus motores enfriándose; colocándose entre metálicos chasquidos, crepitando de forma similar a como lo hacen unas hojas secas al ser pisadas, pero a lo bruto; y yo empiezo a atenerme a lo que viene en unos instantes.

8.37 de la mañana. Abril. Sevilla. Mi ciudad. Infarto. Corazón. Tuyo. Tú, yo.

Y así paso una hora sentada en cualquier esquina de esta estación, observando con detalle la vida tan ajetreada que llevan todas esas personas que suben pisando fuerte hacia la planta superior y hacen temblar la barandilla de la escalera principal. La misma vida sin vida. Pensamientos fugaces mientras te imagino, has dado tantas vueltas en mi cabeza que ya estás presente en ella incluso cuando trato de no hacerlo.
Tiempo suficiente para ir familiarizándome con esos grandes muros, con cada uno de los sucios rincones, con todas esas enormes vigas que atraviesan el techo de un extremo a otro como si de telarañas a gran escala se tratasen, una maraña de hierros que cruzan de lado a lado. Te quiero tener aquí delante, debajo de todas esos palos gigantes, bloqueándome hasta los movimientos voluntarios más básicos y haciendo que mi inercia de pensar en cosas sin pies ni cabeza me parezca lo mas absurdo del mundo, porque estás aquí delante y sólo cuando no, todo deja de tener sentido. Y yo me pierdo.

"El autobús con destino x está a punto de efectuar su llegada a la estación", suena por megafonía, rebotando arriba y abajo, con eco. Un mensaje envasado al vacío, que termina escapándose por algunos de los grandes ventanales que cubren en cadena toda la parte superior de los muros de la fachada. Mierda, acabo de reparar en todo lo que me han empezado a sonar las tripas ahora mismo, y es que todo esto es cierto. Y yo ya estoy deliarndo. A estas alturas ya casi estarás de pie en medio del estrecho pasillo entre las columnas de asientos, con las piernas un poco cruzadas tal quela rodilla izquierda quede levemente por debajo de la derecha. Siempre. Mordiéndote espontáneamente las uñas para controlar tu nervio, sujetándote la caída natural de tu pantalón tirando de la hebilla del cinturón hacia arriba, con la otra mano colocándote las gafas y el flequillo (en ese orden) y sujetando la mochila; todo eso de forma intermitente. Y la mirada perdida en cualquier parte...

Tras localizar el autobús en el que vas montada, no puedo evitar correr hacia él de una forma que denota un poco de histeria, que trato de disimular. Y al llegar dejo caer mi hombro izquierdo sobre la columna situada frente al cartel indicador del número de andén. 10, dice. Di-ez. Estaba claro, no podía ser otro. El autobus se detiene a apenas unos metros del pilar que me soporta. Termina su viaje soltando un gran chasquido que se me antoja demasiado eléctrico, apaga sus entrañas y abre sus puertas tras dejar escapar un sonoro bufido, como quejándose. La señora de la gabardina de color rojo chillón (hortera), el niño de camisa a cuadros y peinado rollo ochentero. El chico nervioso de la bomba inexistente. Tú. Estás preciosa joder, estás tan guapa que eclipsas -susurro a todos y a nadie en particular-.

Y es entonces cuando parece que el aire se condensara y me ensordece, escucho mi respiracion como si estuviera sumergida por completo en una bañera y dejara que el agua se colase en mis oídos. Surcando todas las penetraciones y dejando entrar algún estigma sonoro, si acaso, un pequeño resquicio de toda vida allí existente que nos rodea. Y veo todo eso como si se tratase de una sucesión de fotogramas, de fotografias polaroid pegadas unas al lado de otras formando una trama de. Silencio, un pitido, silencio, tú, acercándote. Silencio otra vez. Tú. Te apartas el pelo con esa elegancia natural que tanto derrochas, esa que tanto me pierde, esa que me vuelve tan loca, tan imparcial, tan egoísta.

Silencio y tú a dos pasos de mis labios. "Hola", dices mientras me tomas de la mano derecha con tu izquierda y me la aprietas con fuerza. "Hola mi chica", vuelves a decir, con una sonrisa tan tímida pero intensa a la vez. Mecagoenlaputa. Caigo en la cuenta de que me he quedado inmóvil, y tras ver que esperas una reacción por mi parte y casi por impulsividad e inercia, te rodeo por los hombros con mis brazos. Tengo que tener una cara de espanto, o de algo similar, seguro. Tengo que tener cara de "de no ser porque me tienes bien agarrada, echaría a correr en cualquier momento por esa maldita puerta". Me miras demasiado, y muy fijamente, me pones tan nerviosa que. Me miras tanto que me calas por dentro, me estas empapando de la cabeza a los pies.

Te acerco hacia mí pasando uno de los brazos por encima de tu cuello y el otro rodeando tu cintura, y me tiemblas los dedos en tus caderas. Tú haces igual. Y te fundes conmigo en un puto abrazo de esos que te corrompen por dentro y hacen que se disparen todas las alarmas de tu sistema nervioso.
El olor de tu cuello es el culpable de que caiga en picado hacia la realidad, como un hipnotizador que chasquea los dedos para que salgas del trance. Pues igual: estar contigo es como entrar en trance. Te entra una paz mental por dentro que eso no tiene explicación científica ni podrá tenerla jamás ni nada, porque es que joder. Nos separamos despacio sin hablar, sin decir nada, nunca fue necesario, -piensas-. Por poco, casi se nos escapa un abril.

Nos separamos a sabiendas de que no nos hemos saciado aún de brazos cálidos, de suaves roces, nos separamos sabiendo que podríamos seguir ahí quietas toda una vida como si nada, y eso, no hubiera pasado nada. Pero nos separamos, ¿sabes?. Nos miramos muy de cerca, nos sonreímos, con el aire pendiendo en los labios, colgando de los tuyos a los míos, como si se balancease por lianas que no tienen nada de existentes. El aire formando espirales de lo cercano de tu boca a la mía y tú y yo en la estación, estáticas, con ojos llorosos, con sonrisas de labios callados y corazones a punto de estallar. Manos temblorosas que piden a gritos fuertes apretones. Tú y yo, aquella estación. Y sevilla. Preciosa Sevilla.

Aún con los abrazos fríos: bienvenida seas, primavera
(a la estación de tus caderas).

02 diciembre 2010

Aquí, donde tus ganas se quedan cojas, en el punto de inflexión. en el punto más alto de la curva y con todo el vértigo en los bolsillos. Y parece que todo vaya a romperse en cuestión de milésimas, ¿no?. Como estos días en que el cielo amanece cargado de nubes negras y de la ligera impresión de que todo vaya a estallar y caerse con furia sobre nuestras cabezas de un momento a otro.
Pues yo hoy he decidido que puedo permitrime el lujo de decirte que no es justo que.
Y que maldigo los contornos del dibujo de tu perfil sobre tu sombra y tus curvas, y que tus caderas derrochan más arte que.

27 noviembre 2010

Dolor visceral de aquel que reclama, equiparable a ese que pide a gritos ser oido y considerado. Agotamiento involuntario por asir con una fuerza bestial las ganas intrínsecas de querer dejar de sentir este vacío acelerado y creciente en la boca del estómago, no más que una clara señal del gran afán expuesto por tratar de aprender a ignorar la infumable certeza de que no podría ocurrir menos que echarte de menos. Es realidad que exige respuesta.

17 noviembre 2010

Ansío.

En la soledad del viaje ansío,
fenecerme de amor irremediable
bajo un manto de lascivia feroz
al abrigo cómplice de las sombras.

Hallarme escrutado por el semblante
febril de una mirada sucumbida,
que aguarda en sus párpados el delirio
del hombre claudicado a la lujuria.

Sentirme ensortijado a la cintura
mientras camina mi aliento tu ombligo
y estremeces de subito la piel
anhelante ya de lluvia infinita.

Todo de ti mi amor, es cuanto ansío
unos labios batiéndote incansables
sin condición, cuartel ni regla previa
en la penumbra hostial del medio día.

Unas uñas, horadando mis carnes
que se entregan sumisas al capricho
de tus picos, ávidos en su cumbre
de ser reoca entre mis manos labriegas.

Y unos ojos, que sucumban su luz
al ardor de tu húmeda intimidad
mientras suspriso ahogan la voz
que ha de repetirte mil veces...


V.Puchol

07 noviembre 2010

Desaparece.

No es sentirte cerca, es que lo estés.

02 noviembre 2010

Hoy puede ser el día que tú quieras. Es decir, puedes levantarte y mirar por la ventana y estar viendo un cielo azul, azul eléctrico, azul de verano, y pensar que todo merece la pena. O pensar que es demasiado temprano como para que empiece la rutina diaria y que además hace muchísimo frío y sólo te apetece meterte en la cama con el edredón hasta la cabeza. O puedes estar sentada, en una clase de cualquier asignatura tachada de coñazo total y pensar en que eso no es lo tuyo y que mejor marcharse de allí e irse al bar de enfrente a tomarse un par de cañas. Muchas veces paso por el kiosko que está de esquina en la avenida grande y pienso en comprarme un periódico, que luego me quejo de que no sé nada del mundo.
Puedes elegir si hacer café o no por la mañana, si echarle dos o reducir a una cucharada la dosis de azúcar porque el médico te ha dicho que no es buena para. También queda en ti el hecho de si empezar a dejar el tabaco con el cigarro de camino a la facultad. Pero siempre me decían que si quería dejarlo, que lo hiciera de raíz, que es una tontería fumar uno o dos cigarros menos. Yo qué sé, nos vamos a morir igualmente, ¿sabes?. Anoche me volví a asustar porque el bulto del pecho izquierdo que me descubrieron hace unos meses ha vuelto a crecer, y duele. No puedo elegir si asustarme o no porque pensando racionalmente, no puede ser bueno tener un bulto en el pecho,¿no?. Yo qué sé, yo es que todo lo relaciono con el tabaco y siempre creo que me estoy muriendo. Acabo de ver una foto de hace unos años en la que aparecen unas amigas, llevan ambas un jersey de color azul que siempre me ha encantado. Yo no me lo compré porque lo tenía casi todo el mundo y siempre me ha gustado ser un poco más original. Creo que me compraré uno ahora, ya que ha pasado de moda. Lo cierto es que me gustaba mucho.
Hoy, y desde hace un par de días, no puedo dejar de pensar en situaciones cotidianas en las que te veo a ti realizando diversas tareas. Imaginé qué cara tendrías de recién levantada, aunque ya me la conozca (pero es diferente porque aquella mañana no tenías que trabajar y nos quedamos en la cama un rato muy largo).

Se me han pausado las ganas de escribir.
Es la abstracta fragilidad que siento cuando escucho tu nombre o recitas algún fragmento de cualquier libro y te miro los labios como si pudiera ver cómo se dibujan las letras que salen de tu boca en ellos. Es eso lo que me taladra el subconsciente. Y luego imagino que te la muerdo y me quedo a vivir en ella, y nunca te lo he dicho pero siempre he estado convencida de que adoro el conjunto de tus dientes blanquísimos con el rosa de tus mejillas y el contraste visual que provocan. Y querer robarte un beso, una vez más, se convierte en una misión cada vez más obcecada pero complicada al mismo tiempo. Me matas a confusión. Hace tiempo que no nos sentamos en un banco a compartir palabras, o silencios, que a ti y a mí siempre nos resultaron menos incómodos, porque siempre fuimos al revés que todos los demás. Supongo que era todo lo que teníamos que decirnos: nada. Y aquella era la mejor forma de entendernos, tratando de adivinar durante esos prolongados abismos temporales el qué hacer con el silencio del otro, imaginando qué nos estaría diciendo si tuviese intención de mediar alguna palabra, al menos. Pero nada, parece que se atranquen en medio de la garganta y se torne casi imposible el mero hecho de dejar que se deslicen dos simples palabras tranquilizadoras por entre tus finos labios tan repletos de límites... Y en el fondo nos da igual.


Porque hoy tengo más ganas de quererte que nunca, y ni siquiera sé si existes. O si tienes nombre y apellidos y si fumas más de un paquete diario de tabaco o si tienes donde caerte muerta. Que nos lleven los demonios. Tengo más ganas que tus ausencias, y eso es una gran putada. Te estoy queriendo a la inversa.

18 octubre 2010

Pesar el humo.

- Hola, Auggie. ¿Cómo va todo?.
- Hombre, hola. Qué alegría. ¿Qué deseas?.
- Dame dos cajitas de Schimmelpennincks y... de paso, dame un mechero.
- Los chicos y yo manteníamos una discusión filosófica sobre las mujeres y el tabaco.
- Sí, bueno, supongo que todo proviene de la Reina Isabel.
- ¿La Reina de Inglaterra?.
- Sí, pero no Isabel II, Isabel I. ¿Has oído hablar de Sir Walter Raleigh?.
- Sí, claro, el tipo que tiró su capa sobre un charco.
- Yo antes fumaba cigarrillos Raleigh. Llevaban un cupón de regalo en cada paquete.
- Pues Sir Walter Raleigh fue la persona que introdujo el tabaco en Inglaterra. Y se convirtió en el favorito de la Reina. Él la llamaba Reina Bessy. Fumar se puso de moda en la corte inglesa, y seguro que la buena de Bessy compartió más de un cigarro con Sir Walter. Una vez hizo una apuesta con ella. Dijo que podía determinar el peso del humo.
- ¿Se refiere a pesar el humo?.
- Exactamente, pesar el humo.
- Eso no se puede hacer. Es como pesar el aire.
- Reconozco que es extraño, es casi como pesar el alma de alguien. Pero Sir Walter era un tipo hábil. Primero tomó un cigarro entero y lo puso en una balanza y lo pesó. Luego, lo encendió, se fumó el cigarro cuidando de que las cenizas cayeran en el platillo de la balanza. Cuando lo terminó, puso la colilla en la balanza junto con las cenizas. Después pesó lo que había allí. Acto seguido, restó esa cifra del peso obtenido previamente del cigarro entero. La diferencia era el peso del humo.


Smoke.

11 octubre 2010

bailar con dolor y todo lo prohibido.
los codos en la espalda del que duerme al lado, voces de fondo como zumbidos, que parece que te digan, que te impulsen así hacia arriba como gritándote hazlo. y te sacuden. qué malditas ganas de llorar. siempre tengo los nudillos quemados, desgarrados, de dar golpes al aire sabes, me dijiste una vez. quizá debería cuidarme un poco más la piel. me das impotencia, me das rabia porque a veces imagino que salimos a bailar y no encontramos el equilibrio y me pisas la punta de los pies y no acertamos, no somos capaces de encontrar el punto medio. es un tira y afloja que nos trae de cabeza, y nos vamos a estampar y lo sabes, pero no pides que pare la música. guárdate tus miradas de soslayo y perseverancia y escúpelas en tu estúpida copa de vino. que tienes los ojos más grandes y preciosos que he visto en mi vida, tienes ojos de gata. y por eso también te odio, por la enorme (in)tranquilidad que me transmiten. quiero odiarte, quiero decirte te odio y estar sintiéndolo de verdad, deslizándose por mis puños apretados-mis brazos en tensión-mi pecho encogido-mi garganta desgastada-saliendo por mis labios. quiero odiarte porque yo siempre he sido de extremos y de oscilar entre ellos con improvisada frecuencia. y te he amado tanto. pero amado del verbo amar con cuatro letras y h al comienzo (porque todo ha sido un error, o algo así decía el poema). te he querido tanto que necesito odiarte con la misma intensidad, improvisar es hermoso. la gente no se preocupa de las cosas realmente importantes, menuda mierda 'si nadie habla de las cosas que importan'. tu voz siempre me llega en forma de chorro de agua helada en la espalda. no es que me salpiques, es que me calas entera. creo que me estoy volviendo loca. me gustaría ser capaz de escribir acerca de todo lo que siento, así ayudar a conocerme y todo eso. pero lo cierto es que soy tan poco consciente de lo que siento como de las verdaderas ganas que tengo de escribir, por eso creo que escribo sobre una situación cualquiera que podría estar sintiendo en este momento. pero no, es un mundo paralelo. y tú estás más loca que yo. siempre lo he sabido y nunca te lo dije. me limitaba siempre a mirarte, admirarte, tal vez. a analizar tus desastres emocionales, tu caos. tu vida. pero lo real es que vives en un caos ordenado y eso me descoloca por completo. quiero verte ahora mismo y que pongas los brazos en jarra y el ceño arrugado y que me cueste hacer que te acerques a abrazarme pero que cuando lo consiga no quieras soltarme. quiero que te me acerques un día por la calle como si no me conocieras y me dijeras perdona tienes fuego. y cuando estuvieras a punto de largarte te giraras y preguntaras quieres fumarte un cigarro conmigo. y comenzáramos a conocernos otra vez, sería como empezar de nuevo cada vez que las cosas fueran mal. me dan taquicardias. todo ésto está demasiado vacío.

tal vez debería dejar de crear en mi cabeza situaciones de películas. películas que sólo yo vería, claro. bueno, y tú conmigo. no soy guionista de ninguna obra de arte. pero tengo más imaginación que muchos de esos capullos. bueno, no tengo ganas de hablar de eso, la verdad. ni siquiera sé qué intento decir, pero quiero parar.

para tu cumpleaños te compraré guantes de manos y pies, siempre los llevas helados.

03 octubre 2010

Creo que me conformaría con que me dijeras que todo lo que he hecho hasta ahora ha sido una mierda si tuviera la certeza de que a partir de ahora va a dejar de ser a partir de ahora y vamos a seguir donde estamos, con más confianza que cuidado.

22 agosto 2010

Y quise volver a detener el tiempo y volver a tocar tu piel suave que tan bien conocía. Y quise volver a mirarte en aquella habitación desordenada viéndote abrir esa botella. Y quise volver a decirte aquello de “se me olvidó vivir”. Y quiero hacerlo sin que tú sepas qué es lo que haces aquí. Y quise volver a sentir mi poderosa aliada, la inercia. Esa maldita impulsividad que sentía al saber que me estabas alcanzando los ojos más bonitos de todos los ojos bonitos que jamás podría tener delante...

y aún siendo consciente de la libertad que así le otorgarías a mi caos.

11 agosto 2010

Dejarse fluir desde dentro y no acabar, y no acertar con las palabras.

08 agosto 2010

"Hablábamos a los gritos, y sentía, presentía, que estabas efectuando comprobaciones imaginarias, que habías descubierto no sé qué afinidades, no sé qué conexiones profundas y secretas que nos relacionaban a perpetuidad."


M.B.

30 julio 2010

Su vida estuvo temporalmente demasiado vinculada a ella, que hacía ya mucho que tendría que haber aprendido a desprenderse de sus manías, de sus intermitentemente cambiantes estados de ánimo, de su obsesiva forma tan elegante de sujetar los cigarrillos entre sus largos y finos dedos. Del repiqueteo de sus dedos sobre la mesita de noche con la mirada fija en la lámpara de sobremesa, y su luz tenue. De aquél humo que inundaba la habitación donde tantas veces. Donde tantas veces, joder. Impregnándolo todo de una manera demasiado estoica, demasiado viva. Esto es lo que se puede llamar vida, sí; se repetía una y otra vez. Pero ella bien sabía que sólo era un método mecánico defensivo(de todo menos planteado) ante todo lo que esa chica le provocaba, una manera de convencerse a sí misma de eso era lo que quería. Que claro que sabía que la estaba atrapando con la misma facilidad con que ese maldito humo se fusionaba con el aire. Y sólo con meterse en su cama tres de cada cuatro. Pero nunca acertó a conocer si eso era realmente lo que esperaba, si aquello era tangible, lo que sentía(quería) verdaderamente, o simplemente alguien fácilmente volátil, un amor de esos no demasiado extensos, poco desgarradores y casi -diría yo- llenos de un vacío excesivamente abrumador. Pero intensos a rabiar.

18 julio 2010

un miedo de esos de muchos años en los huesos y muy pocos por dentro.

14 junio 2010

No podrías hacerte a la idea eh.
Su mano deslizándose por mi pelo, sus dedos liándose a modo persiana entre mis enredados mechones. Sabía que yo era la mayor enemiga de los peines, y siempre jugaba a pasar la mano entreabierta por mi nuca y notar como se deshacían los pequeños nudos. Ella adoraba sentarse en el asiento delantero de al lado del coche a mirarme. Estoy convencida de que pensaba que yo no reparaba en ello, pero tal vez debería haberle dicho que claro que me daba cuenta de que intentaba acercar su mano hacía mi hombro y hacer que pareciese una casualidad. Pero no sabía hacerlo sin temblar, y comenzaba apoyando el brazo en el respaldo de mi asiento. Y, con las mismas, se iba acercando poco a poco, dudando por instantes. Cuando estaba a tan sólo dos dedos de mi piel, frenaba en seco, se le agitaba la respiración y tenía que hacer grandes esfuerzos por contenerla y obligar al aire a salir a un ritmo normal. De eso también me daba cuenta, por la forma tan profunda con la que cogía aire por la nariz y cómo lo contenía un buen rato antes de expulsarlo sutilmente. Me miraba fijamente, podría decirse que casi sin parpadear, y fruncía los labios, como si con ello pudiese contener lo que fuese aquella cosa que parecía impulsarla a chocar su boca contra la mía. Yo analizaba cada uno de sus leves movimientos con los ojos cerrados, recostada sobre el asiento y tarareando la canción que sonase en aquel instante, con un brazo apoyado detrás de la cabeza, el otro reposando sobre mis piernas un poco entreabiertas, sosteniendo un cigarrillo que se consumía despacio y del que salía un humo quizás demasiado poco denso en comparación con el aire que se respiraba allí dentro sometido a tanta tensión; alimentado por la candorosa presión que ejercía el calor de nuestros dos cuerpos casi inertes en aquel espacio cerrado. Hacía como que no me daba cuenta de nada, pero en el fondo me sonreía por dentro, reconociendo cada uno de sus gestos, de sus movimientos, adivinando lo que venía a continuación. Era una sensación agradable. No sabría como explicarlo, pero supongo que con ella siempre sentía que se acababa la carrera. Como llegar a la línea de meta y poder coger una bocanada de aire bestial. Quiero decir, voy con prisas a todas partes, es mi forma de actuar ante la vida, bajo presión, mi cerebro va demasiado acelerado y piensa más rápido de lo que puedo ejecutar. Como ir cuesta abajo y sin frenos, pues igual. Sólo que ella era algo semejante a una terapia de choque. Un colchón en medio del camino contra el que estamparme y hacerme parar en seco. Luego me hacía el amor. Cuando se aseguraba de que había recuperado el aliento volvía a dejarme huir.

Y yo boca arriba y ella recorriendo con los ojos el contorno de mi perfil, como dibujando en el aire las sombras con las que el sol a punto de ponerse manchaba mi piel. Frente, cejas, ojos, nariz, labios, labios, labios. LLegados a este punto su mano cobraba vida por sí sola, se apoyaba en mi hombro y parecía casi que aquella fuerza presente en forma de calor sofocante en el ambiente se aduañaba de nuestros estómagos, pues juraría que era rozarme y sentir un vacío enorme en el costado que de ser un poco más intenso me haría doblarme por la mitad. Siempre tenía las manos frías, y el contraste contra mi piel desnuda es una de las sensaciones más agradables que haya podido llegar a sentir nunca. Y entonces, de repente, se detenía, yo abría los ojos y giraba la cabeza rápida pero suavemente. Le clavaba la mirada, primero al techo y luego a ella, y te aseguro que si hubiese habido alguien allí presente hubiera temblado de la cabeza a los pies. Casi se diría que la traspasaba con la mirada. Y casi diría también que realmente es algo como tal, pues no sé por qué, pero con ella todo era demasiado nítido, transparente, no hacía falta decir nada, con un barrido de ojos podía llegar a comprender cualquier cosa que intentando explicarme con palabras no llegaría a conseguir nunca. Aguantaba la palpitante intensidad con que mis pupilas se clavaban en las suyas, y en ellas podía ver que se exponía por completo, se abría en canal. Y es que joder, esa chica sí que estaba llena de vida.

Y ya no sé ni interpretar qué sentía exactamente cuando su mano trepaba dulcemente por delante de mis ojos y terminaba deteniéndose en mi flequillo. Porque es que ahí perdía la noción del tiempo, del espacio y de todo lo que se pueda perder ésta. Todo daba una vuelta y mis ojos se cerraban intentando que no saliese disparaba toda la vorágine que se me formaba dentro. Entonces tenía que encoger los dedos de los pies y morderme un poco el labio inferior si no quería empezar a temblar y delatarme. Que cuando venía a darme cuenta reconocía su otra mano sobre mis caderas, y de verdad, que dirás que son cosas mías, pero la mano parecía casi que me hablaba y me decía ven de una vez joder, llevo demasiado tiempo esperándote.

Y ya no pienso seguir intentando explicar nada (después de decir que entonces la mano se deslizaba hacía otras tantas partes de mi cuerpo, que yo no sé como lo hacía, pero joder, mira que no he conocido a nadie que separ tocar tan bien, la muy hija de puta) porque lo que viene a continuación me hace perder el sentido sólo con recordarlo.

Pero lo que me hacía volverme loca de verdad con ella era su forma de acariciar. El pelo, los labios, la piel. De cómo hacía que mi espalda se convirtiese en resbaladiza, y se conocía cada resquicio de ésta. Adoraba que me tocase la espalda, que me la recorriese de arriba abajo a un palmo sin rozar y pareciese que lo estuviese haciendo de verdad. Eso era pura magia joder. Qué manos, tenía las manos preciosas.
Y maldita sea, algo que yo sabía que tenía que. pero que nunca me salió decir, fue que me había cansado de huir, que necesitaba que esta vez no me dejase escapar, que no quería seguir haciéndolo. Yo sé que nunca fue una persona pretenciosa, y que lo que menos quería era hacer que yo me sintiera menos libre. Así que siempre estaba dispuesta a dejarme llegar, a darme lo que necesitaba, y anteponía lo que quiera que sea que ella sintiese con tal de hacerme estar bien a mí. Pero yo no sabía hacerle entender que lo que realmente estaba buscando era que me abrazase un montón de fuerte y dijese 'joder no te vayas esta vez quédate conmigo'. Y mi.erda, sé que habría regalado un pedazo de vida sólo por escucharme decir aquello, pero soy la persona más cobarde del mundo y cuando me invade el miedo yo sola me contradigo. Así que como nunca fuimos capaces de mediar palabra, seguí huyendo lo que me pareció toda una vida, y a día de hoy no he vuelto a verla nunca.

Y sí, joder, claro que la pensaba, cualquiera diría incluso que no hacía más que enamorarme más y más de aquella ausencia cada día. Y si cualquier ladrón de vidas, cualquier persona de estas que se alimentan de historias ajenas en los bares de carretera, me hubiese encontrado una tarde de domingo lluvioso y me hubiese sacado verdades como puños a base de invitarme a tiros de alcohol habría confesado que desde que me había largado no aprendí a desprenderme del todo de ella. Que no era capaz de dejar de huir, porque esa al fin y al cabo era la manera que tenía de encontrarla. Y creo que llegué a obsesionarme incluso, esperando que algún día apareciese en mi puerta con un par de maletas y me gritase a la vida que se acabó, que me iba con ella y no aceptaba un no como respuesta. Pero creo que huía siempre tan rápido que apenas dejaba que me alcanzase lo más mínimo. Es más, ni siquiera tenía puerta en la que pudiese aparecer. Y la busqué en otros labios, en otros ojos y en otras vidas, pero nunca, nunca, volví a reconocer en nadie aquella forma tan penetrante de acariciar como ella lo hacía.

Y sí, finalmente con los años, dejé de escapar de todo, esperando que no hubiese desistido de buscarme y dejándole toda esa ventaja que un día le llevé por si algún día seguía queriéndo encontrarme como de casualidad.
Y que después de hacerme el amor no hiciese falta decir nada, ni siquiera lanzarnos una de esas miradas apagadas de 'tengo que marcharme otra vez'.
Y amanecer cada fin de semana enredada entre sus piernas y sus sábanas y sus besos. Y su mano apoyada en mi espalda, como si lo último que hubiese hecho antes de ir a dormir fuera asegurarse de que no podía escaparme sujetándome por detrás.

Siempre me hizo sentir súper protegida el notar la palma de su mano ahí detrás. Como dejando claro y sentenciando que era lo más seguro con lo que podría haberme topado. Y es que al fin y al cabo eso es lo que más miedo me daba de todo, lo que me impulsaba a hacerme escapar de nuevo cada vez, la plena tranquilidad que esa chica me hacía expulsar por cada poro.
Eso me tenía realmente acojonada.

30 mayo 2010

El miedo no hace más que agarrarse a la lengua y pellizcarte los párpados cuando tratas de callar los ojos. Se cura con silencio y abrazos desinteresados. con un buenas noches antes de ir a dormir, con cosquillas en la espalda que rozan a un palmo sin tocar. El miedo es un invento de los valientes que necesitan huir de algo alguna vez. Y las abreviaturas son un recurso para burlarse del tiempo. Nunca uses de eso aunque te mueras por matarlo por estar acojonada. Yo qué sé.

27 mayo 2010

Dueles de la forma en que no estás cada mañana. Dueles de la forma de no hacer café para dos, de sólo deshacer un lado de la cama.
¿Sabes?, desde que te largaste y lo dejaste todo tan jodido no he aprendido a desprenderme de ti. Quiero decir, me he acostumbrado a ésto, a que no estés, a concebirlo como un hecho real y tangible. a tenerlo presente. pero siempre me he negado a soltarme del todo, no sé. Joder ya sé que soy una egoísta de mierda conmigo misma, pero es que no sé hacerlo de otra forma, te lo juro. Me he limitado a buscarte en otras mentes, me he dedicado a preguntar en bares de carretera por tus pasos. Te he pensado en otros ojos y otros labios y otros besos. te he pensado en otras manos.En otras vidas. Creo que estoy enferma, en serio. Tengo ganas de comerme un yogur. No vuelvas a aparecer en tu puta vida, ¿entiendes?. Dejas todo siempre patas arriba, arrasas hasta el mayor de mis caos. Te cargas el maldito equilibrio por muy poco que sea. lo pones todo al revés y sólo con hacer un juego de ojos.boca, ¿sabes?. Yo nunca puedo mirar a la gente a los ojos cuando hablo, me cohíbe en exceso. Pero tú. Esa era tu forma de sentirte superior, de no permitir ser pisoteada con un barrido de pupilas y de la cabeza a los pies.

No me gusta hablar de ti, se me aplana la angustia en la garganta y me cuesta tragar saliva. Que sí el nudo ya lo sé. Desaparece de una vez joder. A qué has vuelto, maldita seas. Lárgate y no vuelvas nunca a.