27 diciembre 2011

Cartas a la maga IV

Hemos echado una buena noche jugando con tinta y agujas, te hubieras reído un buen rato al ver mi cara de sufrimiento tumbada en aquella cama. Existen pruebas. La chica del pelo de escarola va a hacer un montaje de vídeo, ¿sabes? Algún día te lo enseñaré. Luego fuimos a cenar y casi se podía masticar el silencio en la no-conversación a ratos. Pero te juro que se respiraba una comodidad plena. Aquello era estar en casa, no eran más necesarias las risas que las sonrisas de las que disponíamos, no eran necesarias apariencias. Nos queremos por lo que somos y no por lo que nos gustaría que fuéramos. 

Estaría genial que me llamaras de repente como si nada hubiera cambiado y pudiera contarte que estuve toda la tarde mirando de reojo a la chica. Es preciosa, y me atrevería a decir que casi perfecta. Hacía meses, años, que nadie se entregaba de esa forma. No me refiero a nada material, sino más bien sensorial, eso se ve en la mirada. Me mira, me escucha, que no es lo mismo que ver y oír. Pues eso, que maldita sera mi autodestrucción. Ojalá tuviera valor para deshacerme de todo este desastre y pudiera agarrarla por la cintura y decirle: vente conmigo, quiero hacerte feliz. Ojalá el tiempo que tarde en recuperar las fuerzas no sea superior al que ella tarde en cansarse de fijarse en los detalles. Espero señales de tu parte, no puedes cerrar el año de esta forma. Agarra el maldito teléfono y grítame desesperada que es mi momento, que puedo tener con ella la historia que tú y yo nos merecíamos y nunca tuvimos, que es nuestra oportunidad, aunque sea en otro cuerpo y otros ojos y otro nombre. Que aproveche y sea feliz. Hazlo. Y hazme saber también que esto no es un pase directo a la felicidad absoluta, que aún me queda por calarme de toda esta tormenta que se me ha formado encima. Como realidades punzantes, un envasado de entrañas que cuelgan de un gancho de carnicería, dispuesto a subasta pública. Que le den a las relaciones (enfermizas), pero que ahora es lo que tengo que hacer. Tengo la completa felicidad delante de mis ojos.

26 diciembre 2011

Cartas a la maga III

Estuve pensando toda la mañana en si llamarte y felicitarte, es la debilidad de las fechas, no te preocupes (hasta he escuchado un poco de Chaouen mientras me duchaba). Dónde estarás ahora. Quise comentarte que ya me había enterado de los de tus padres, qué putada. Seguro que te habrás mudado a vivir allí, a la ciudad de las mejores calas el mundo, y tendrás el acento más marcado aún, si cabe, de lo que ya tenías cuando nos conocimos.
Últimamente he estado pensando un par de cosas, una es que la gente no está tan abierta a las emociones, al menos no tan viscerales. La otra cosa es que es culpa tuya que ahora tenga que bajar las expectativas, tú querías emociones a raudales y me acostumbraste a un sinvivir de entrega absoluta. Qué pena, he tenido que comerme los abrazos. Me han hecho sangrar de frío, pero no te preocupes, acabo de colocarme el abrigo negro aquél que te gustaba tanto y me he autoasignado un abrazo de tu parte. Hoy toca comida con la familia y luego voy a llenarme la piel de tinta. Sé que prometimos ir juntas, pero lo cierto es que no sé dónde estarás ahora. Y no me importa.

24 diciembre 2011

Lista de propósitos para el año que viene:

1.- Dejar de proponerme cosas que sé que no cumpliré.
2.-
3.-
4.-

...

21 diciembre 2011

Cartas a la maga II

Que, por ahora (y me arriesgo a utilizar los adverbios de tiempo), eres mi razón.
Pégame cada vez que me reafirme en que la vida es un teatro con decoración inacabada digno de películas terroríficas de serie B o me de por dedicarme a implantar mi dictadura de atentado y corrupción contra las emociones.
Lo confieso, echo de de menos que me digas que compartamos frases bordadas y tomemos cervezas con pajita negra que así...

Qué hija de puta, no has cambiado nada con los años.

30 noviembre 2011

Cartas a la maga I

"Volverás cuando los aeropuertos dejen de ser el punto de encuentro de lo fugaz y en unos años se comercialice con emociones envasadas al vacío fabricadas en gigantescas naves industriales". Volverás el día que cobren sentido real algunas de las palabras encadenadas que has vomitado desde antes de que nos conociéramos en persona hasta el día en que te perdí la pista. No me dejes con la ilusión de lo inocente truncada. Venga ya, me he aburrido, no quiero seguir jugando a este maldito juego de "tú te vas, ven no dejes de buscarme nunca -me lo creí, ¿sabes?-, hazte mi heroína todas las noches, ven a salvarme y pídeme el deseo que quieras, puedo ser tu maga si quieres, pero no dejes de abrazarme nunca ni de buscarme en aquél café". Solo que dejes de esconderte un rato y vengas a romperme en un abrazo y me digas "sigamos jugando" si quieres, pero déjame calarte los ojos al menos una vez más, todavía necesito comprender la espiral que mueve tus ideas. La Navidad sabe diferente sin ti. Sé tú esta vez el regalo, como el de hace tres. Tres ya, madre mía. El invierno, en general, echa de menos tus cristales empañados dentro de las monturas de pasta negra cada vez que me soltabas un abrazo a bocajarro y respirabas en mi hombro. A veces tengo la certeza de tenerte. Tus manos nerviosas, finas y delgadas y frías ya no vienen a buscar las mías en los bolsillos de atrás del pantalón. Uno, dos y tres. ¿Dónde está el tercero? -me decías-, y sonreías como una cría caprichosa y divertida escondiendo la boca entre tu larga bufanda amarilla mientras te mordías suavemente el labio inferior. Esa jodida sonrisa, la odio, ¿sabes?. Hace meses que no puedo ver apilados más de tres libros a la vez. Eres pura literatura y páginas viejas de libros. Eres una pila de libros mal amontonados y esparcidos en la cama. Y creo verte en los escaparates de las tiendas, lo juro. Maniquí (seguro que tú también crees que es una palabra estupenda, maniquí). Vaya tontería, pensarás. Pero, ciertamente, es así. Te veo ahí de pie, disfrazada, estática, apuntándome con la mirada vacía. Diciendo nada y transmitiendo demasiado. Puro marketing, eso eres. Te vendes al mejor postor. Ojalá aprendas a ser feliz, me cago en la puta. Mira que te lo he dicho veces, eh, mira que lo he intentado, pero tú nada. Eres una jodida cabezona, y nunca te aburrirás de jugar a este juego estúpido y absurdo que ya nos ha robado demasiado tiempo. No quiero hacerme vieja sin ti, joder, mira que lo habíamos hablado veces. Que con alguien tendremos que jugar al pócker. Piénsalo, de veras.

Me despido de ti porque se te ha ido de las manos y lo que antes era un juego, si acaso, ahora roza una gravedad insostenible. Que sepas que estoy muy pero que muy enfadada, más incluso que aquella vez que te bajaste del autobús de aquella estación con las manos en los bolsillos del abrigo y no.
Pues eso, más que aquella vez.


Joan Miquel Oliver – Final Feliç

18 octubre 2011

Smells like a cancer grows.

450 gramos. Eso era lo que pesaba el implante que tuvo que rellenar aquél vacío carnal que dejó el muy cabrón. Suerte o casualidad. Aquella conversación telefónica que comenzó sin trasfondo ni temática organizada desveló el comienzo de lo que vendría a continuación y que marcaría nuestras vidas con la misma discontinuidad que el contorno de una huella imborrable: una función a la que sin más remedio debimos asistir protagonistas, fuimos el elenco de una obra cuyo guión parecía no reservarse ni un ligero espacio ante la posibilidad de cambio. Se avistaba un final de terror insostenible. 


Una palpitación, un gesto insignificante. Infinidad de veces he soñado con sus manos de marfil tibio acariciando sus senos, sosteniendo la respiración y los labios entrecerrados conteniendo el miedo. Los dedos agrietados deslizándose concienzudamente por la superficie curvada de su pecho. Sus yemas surcando el borde rugoso de su cumbre. Maldita semana de incertidumbre y espera. No me gustan los hospitales, siempre lo he dicho. Creo que los hospitales son como los aeropuertos: que apareces en ellos y en ellos te volatilizas (vale, sí, es una comparación demasiado forzada: la linea temporal no es nada equiparable). Batas blancas y guantes de latex, ese olor a envasado al vacío. La Capitana nunca quiso que tuviéramos que presenciar todo aquello más de lo necesario, pero sigo teniendo más que grabado en el recuerdo cientas de imágenes de desconsuelo. No olvidaré nunca el dibujo que calqué de mi carpeta el día de mi décimo cumpleaños sentada en aquella cama con las letras del nombre de la clínica impresas sobre las tan usadas sábanas. Era un regalo para ella. El día de mi décimo cumpleaños, sí.


Mirada de consuelo de médicos con pupilas bañadas en color fuego azul pacificador. Nos tiramos todos de cabeza, pero aunque nos creíamos tan juntos jamás habíamos estado tan distanciados. Y con esto no me refiero a físicamente (aunque bueno, el Sargento fue quién se encargó de esta parte). Cuál fue el punto de inflexión en que entró en juego el fallo y nos pilló con la sorpresa desnuda.


Fue inútil tanto sufrimiento. Y esto último es una pregunta, pero me niego a ponerle exclamaciones porque quiero, o al menos me gustaría, que encierre parte de afirmación.
Solía dormir la siesta acurrucada a sus pies. O detrás de ella mientras mis pequeños brazos ingenuos la abrazaban con una intuición desoladora. Desconocía casi por completo la fragilidad de todo lo que estaba ocurriendo entonces, pero no pasó mucho más tiempo hasta que mi curiosidad innata me llevó a querer saber más de la cuenta. Marcaba mi respiración acompasada por la tranquilidad del descanso sobre su nuca, sobre esa frontera entre el comienzo del valle de su invisible cabellera y lo virgen de su cuello. Durante un tiempo fuimos como aquellos valientes que aprenden a pisar por encima del miedo. 
Su pelo volvió a crecer, rizado y muy fuerte, lástima que ocurriera lo contrario con nuestro avance emocional: linealmente continuo y desgastado.


Fuimos un silencio a cuatro voces.
(...)

10 octubre 2011

10.10

Happy New Year to me.

21 septiembre 2011

+

Nos dijimos de todo, salvo las cosas importantes.

19 septiembre 2011

Maremágnum.


Hicieron un amor de esa clase que se esconde tras unos ojos anegados en lágrimas. Hicieron el amor con el corazón herido, con el desarraigo que conlleva un desnudo; forjado entre abismos de olvido y maquillado con nuevos comienzos. Fueron aquellos a los que los años desgastaron con la fuerza erosiva de un torrente de emociones sobre órbitas descontroladas. Un viento huracanado que los arrastró como carne y hueso hiriente, inerte. Cicatrices solapadas a la espalda a igual profundidad que uñas encarnadas en ausencia, propicias del camino entre los que fueron nuncamases y los ojaláalgunavez; los mismos que fueron deslizándose como un dedo venidero por el contorno vertebral de arriba abajo apretando-entre-los-malditos-huecos-alternados-entre-firmes-espacios-salvadores. Y recordando tiempos mejores, todo vuelve, aunque bañado en olvido: hasta el tiempo que no se comparte.

Y previo después morimos ligeros como el fuego falto de oxígeno o el eco que habla de tu recuerdo dirigido hacia la nada. Morimos conforme vamos viviendo, vivimos conforme va muriendo el miedo.

Vamos perdiéndonos los ojos, por favor.

-Arte en tu sonrisa.-

.todo vuelve

Todo vuelve
todo vuelve -me dijo-
y se voló entonces
rauda como una chispa incendiaria
en una hoguera
[de ideas]


Hasta que se dilató
[el tiempo y no las ganas]
y volvió
en otro cuerpo, con otro nombre
porque lo que vuelve
no es la persona

sino el sentimiento

14 septiembre 2011

.

Me gusta verte ahí al otro lado, casi parece que 10.000 puntos (de distancia) se reducen a apenas 20 centímetros.

Ojalá pudiera alcanzarte con la punta de los dedos, ojalá rozarte acaso.

Que no acaben nunca los encuentros casuales, por favor.-

10 septiembre 2011

No me hables desde la ausencia con esa altiva voz de quien conoce la gravedad y fatalidad de las situaciones.

"No se pudo establecer la conexión a "

Ojalá hubiera servido de algo abandonarnos al curso normal de las circunstancias
Da igual de cuál de ellas, mientras no hubiese sido de esta manera.



Nos separa un abismo ineludible de distancia.
Luego vendrán los madremías.

29 agosto 2011

Can't do anymore.
Te guardaré en algún lugar apartado del curso normal del devenir, como el recuerdo más perfecto, más increíble, de una fragilidad cristalina que nunca pudo llegar a ser. Te guardo, porque cada vez empiezas a ocupar más espacio-tiempo y ya es hora de romper esta ceguera virtual antes de que. Estoy en tablas, con ideas en ebullición con necesidad de dispararse; pero soy una voz acallada por la fuerza de la situación; se me ha planteado un jaque sin opción a corregir la última jugada.

Te recuerdo como se recuerdan las cosas importantes que nos hacen soltar esa reincidente lágrima tipo las que llevan consigo la privacidad de los kilómetros.
Ya no (te) espero pero desesperaré por el momento en que regreses y quieras -tal vez- que desempolve este rincón y.
Me apoyaré en una de las pocas cosas que he aprendido recientemente y es que, lo que tiene que volver, vuelve. Y si algo tiene que ser, será. No importan los años, las circunstancias, ni el tiempo. Y esto último, lo que menos. Las etapas abiertas están para cerrarlas.

Te echaré de menos. Aún más, quiero decir.

27 agosto 2011

vacío.

Void. Leere. Buit. Nulle. Nietig. Vid. Vazio. Null.

26 agosto 2011

Me acuerdo de ti, joder.

- "Lista de echar de más pero al revés".

21 agosto 2011

Las duchas frías (...) ya no me hacen pegar los pies al suelo.

I.

- Tenía siete años cuando abandoné mi walkman Sony por uno de los primeros discman que salieron al mercado. Fue mi regalo de cumpleaños de 1998. Era gris mate, y mi botón favorito era el del modo aleatorio.

Recuerdo infinidad de ocasiones en las que discutía con el sargento porque yo me empeñaba en dormir con los cascos puestos. Que te vas a quedar sorda un día de estos -me decía-. Eran de estos externos y grandotes que tanto están de moda hoy en día. Me cubrían casi toda la cara, debía estar bastante graciosa. É
l me quitaba las pilas tras insistir varias veces en que lo desconectara y yo, en cuanto me daba un beso de buenas noches y cerraba la puerta de la habitación, cogía alguna de las que tenía bien escondidas en el cajón de la mesilla de noche.

La música ha sido mi compañera desde que era una enana, me ha ayudado en los momentos más complicados de mi vida y me ha enseñado las mejores lecciones para conocerme un poco mejor. Cuánto más, fue la que supo entenderme sin excepción cuando la capitana cayó enferma y yo no tenía esperanza ni dios en quien creer para rogarle que no se la llevara consigo.

.¿has vuelto ya?


Octubre ha vuelto a visitarnos por un par de días. Benditas tormentas de verano.


20 agosto 2011

.


Justo delante de este punto es donde deberían estar escritas las palabras de todo lo que me gustaría decir(te) y a las cuales no consigo darles forma verbal.
Se las comería la distancia-

11 agosto 2011

Primavera con una esquina rota.


Y si la situación se pone tan dura que los dos ocupantes del lugar no se dirijan la palabra, entonces tal compañía, embarazosa y tensa, lo deteriora a uno mucho más, y más rápidamente, que una soledad total. Por suerte, en este ya largo historial, tuve un solo capítulo de este estilo, y duró poco. Estábamos tan podridos de ese silencio a dos voces, que una tarde nos miramos y casi simultáneamente empezamos a hablar. Después fue facil.

Hace aproximadamente dos meses que no tengo noticias tuyas. No te pregunto qué pasa porque sé lo que pasa. Y lo que no. De modo que no tengo respuesta a ninguna pregunta tuya, sencillamente porque carezco de tus preguntas. Pero yo sí tengo preguntas. No las que vos ya sabés sin necesidad de que te las haga, y que, dicho sea de paso, no me gusta hacerte para no tentarte a que alguna vez me digas: "Ya no".

(Mario Benedetti).

10 agosto 2011

¿Sabes la de canciones que van a pasar hasta que vuelvas?.

Madremía.

08 agosto 2011



Desde mucho antes de que nuestra propia existencia se torne y se cumpla material ya es acto obligatorio el inculcarnos ciertas normas, una sucesiva serie de leyes morales y/o de comportamiento que, teóricamente y con el tiempo, habrían de culminar conformando nuestro dogma particular de la ciencia de la vida. Nos marcan unos límites de convivencia que debemos acatar sin excepciones, y establecen bien clara la frontera que justifica la diferencia entre lo moralmente correcto y lo moralmente correcto pero al revés. Nos hacen creer que siguiendo el buen camino es la única forma de ir sobreviviendo hasta llegar al final. Se equivocan.

Creo que, desde que tengo uso de razón, he ignorado por completo esta manera de. Soy de la opinión de que, para encontrarse, primero hay que perderse. Y cómo saber perderse, principalmente. Para poder entender lo verdaderamente importante hay que testar primero el caos, aprender a querer rechazarlo ("La única forma de comprender el caos es perderse en él, volverse caótico también", -como dijo un grande-...); fijarnos con detalle en cosas presuntamente etéreas en las que la gente normal apenas posaría siquiera la vista. Así, y sólo así, podríamos aprender quizás a percatarnos de lo que nos rodea y, lo más importante aún: conocernos a nosotros mismos. Un nivel superior en la escala del conocimiento.

Sí, tenemos el valor de la palabra, un aporte minucioso y elaborado de sabiduría venidera de mano de aquellos que se encuentran por encima de nosotros (de forma mandataria, quiero decir), y su eterna dedicación invertida en nuestra correcta asimilación de los conceptos. Pero, ¿y la experiencia?. Dónde queda su valor. Que sí, sabemos a rajatabla qué se considera error y qué posible acierto; podría enumerar y no detenerme jamás desacertadas actitudes ante cientos de situaciones. Pero, en realidad, lo que creo es que hay que llegar aún más lejos de todo eso. Aplicar ensayo-error en la suma infinita de las partes que conforman la vida diaria.

Para entender el valor de ser, del propio concepto particular de lo moralmente correcto, hay que dejarse atrapar hasta por los más profundos y siniestros ápices temperamentales. Brutales, devastadores e inhumanos sentimientos que usurpen agitando violentamente cada gota de sangre que circula por el interior de nuestras venas. Hay que sufrir el dolor arraigado en la carne propia, un daño abrasador que se deslice y pegue sin escrúpulos en el pensamiento, de la misma forma que el músculo al hueso o la sanguijuela a la piel. Morir primero para aprender el valor de la existencia, del estar aquí presente. Cruzar, sin pestañear apenas, amplios abismos de incertidumbre e imparables actitudes destructivas y disruptivas que han de apoderarse de cada tramo de . Notar cómo palpita bien dentro cada partícula de materia inmunda tratando de aliviar una sed imparable de odio extrínseco. Y alimentarlo de mentiras hasta convertirlo en un brutal monstruo protagonista de toda realidad materializada. Sentir el desprecio untado sobre uno mismo, dejar que la fobia social desgarre tus entrañas con sus afiladas garras hirientes, aportando daño como si arma de doble filo se tratase; y todo ello para poder acabar finalmente rechazando toda negatividad desde dentro, asumiendo el querer desquitarse de todo lo ajeno al curso normal de las circunstancias, del como debía haber sido desde un principio. Despojo de un tumor sensorial o masturbación emocional, encuadre de nuevos límites. Desmantelamiento final de una nube clandestina que se posa ante una realidad sufrida de ceguera virtual.

Lo único que a uno le queda plantearse después de todo esto es si merecía la pena dar tanto rodeo para hacer tales descubrimientos, si no hubiese sido más fácil asumir aquello con lo que tratan de convencernos desde el comienzo de los comienzos. Pero así, tras experimentar y sufrir el castigo del asco deslizándose por dentro, la certeza alcanza una duplicidad severa. Habremos conseguido la palabra sumada al voluptuoso e inintercambiable valor de la experiencia; algo insuplible.

Bajar a los arsenales del menosprecio para asistir protagonista a una batalla interna que ya nunca podrán rebatirnos, ni bajo prolija unanimidad. Alguien que aprende a caer y a levantarse ileso contando con su propia vivencia, no se desgastará jamás ante la temible idea de volver a despeñarse.


En ocasiones, no tengo más remedio que tender a preguntarme qué fue lo que falló conmigo.

Tu más profunda piel.




Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vórtice, sé que dijiste " Me da pena, y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.

Dijiste "Me da pena, sabes", y volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo con el correr de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.

(Julio Cortázar).

07 agosto 2011

La persistencia de la memoria.

01 agosto 2011



No lo soporto más: hacer como si todo estuviera en orden. Refugiarse en Siddharta y en todos esos calmantes temporales que no hacen nada más que enredar y enredarme. Tengo que desaparecer; que alguien haga chas, porfavorselopido. Ya está bien de autoengañarme, te echo de menos y eso es una realidad tan aplastante como un golpe seco con la palma de la mano extendida sobre la mesa. Esa sensación como la de un niño ahogado por el ansia de la ceguera inaugurada producida por el exceso de cosas novedosas y detalles por testar. Todo esto está de estreno y en plena ebullición, prematura pérdida inminente de lo virgen de las emociones; que alguien me preste el mando, que quiero cambiar de canal.

Déjame encontrarte.

26 julio 2011

Llevo cinco días escapando del tiempo, y si dejo que me alcance no quiero ni pensar qué podría ocurrir. Lo sé, no es bueno evadirse de aquello que nos quita el sueño ni tampoco evitar pensar en lo que nos carcome como placebo inmediato de la tranquilidad plena interior. Pero no puedo. Te echo mucho de menos, no tanto física como emocionalmente. Compartir contigo, aparte de todo lo demás. No quiero sentir qué es volver a casa y que me arañe tu ausencia.

Quiero decir, cualquiera que conozca esta historia y lea esto pensará que estoy exagerando, pero sabes que a mí no se me puede pedir que explique esta manera de. Soy así, forma parte de mi yo y tratar de cambiar eso sería como bombardear mi personalidad (o borrar con goma Milán las ideas de mi libreta; qué horror, no quiero ni pensarlo).

Solo quería que supieras (si pasas por aquí) que reviento de ganas por saber de ti. Por encontrarte un día de casualidad y verte al otro lado de mi pantalla con un abrigo hasta el cuello y la nariz colorada de frío, pero con esa mirada que seguro jamás de los jamases veré apagarse. Deseo que todo vaya genial, que te empieces a sentir un poco "como en casa", que las cosas sigan llegando bien a su final aunque el curso de lo intermedio sea un caos autoprefabricado. Que si alguna vez tienes ganas de volver solo sea por todo lo bueno que te espera aquí y no por malas experiencias allá lejos. Madre mía, es que estás a tantas canciones de distancia...

Dame señales cuando te acuerdes de mí y mi nombre haya cruzado fugazmente tu cabeza, no sabes cómo de feliz me haría eso. Aunque sean noticias express, pero yo qué sé. poco es mejor que nada, ¿no?. Y me conformo con una breve caricia desde lo lejos. Yo tengo que reconocer que intento pensarte lo menos posible, y a veces me sorprendo a mí misma cuando caigo en que hace bastante tiempo que no se me viene tu nombre a la cabeza. Pero es justo para mí, supongo, y creo también que es la forma más madura en que puedo tomarme esto; te prometo que contigo siempre he intentado hacer las cosas bien. Por último, que sepas que echo en falta tu sonrisa, y trato. por encima de todo, de no perder la calma aquí lejos de casa y sin tener un salvavidas con el que salir a flote y sentirme segura (no sabes todo lo que tengo ya para contarte, he pensado en comenzar a escribir un diario, pero no quiero, contigo me gusta compartir palabras, y esperaré los meses que hagan falta para que nos ahoguemos con las prisas que tomemos para contarnos todo lo que hayamos vivido -y crecido- durante este tiempo). Cuidate, recuérdame intercalada entre buenos momentos y reune mil historias y paisajes y lugares y costumbres y culturas y gentes y recuerdos que contarme. Ojalá a la vuelta te detengas a tumbarte un solo día en el que fue tu lado de mi cama y te emociones relatándome todo eso. Disfruta, leona, te has ganado esta increíble historia que contar.

23 julio 2011

De retirada espiritual, volveré pronto.

19 julio 2011

No te olvides. No sé bien de qué, pero no lo olvides. Déjame creer ciegamente que tú. Ya sé que no es necesario tanto dramatismo ni tanto posicionarse en los extremos. Pero sabes que exagerar es lo mío. Prometo no dejar que se me vaya de las manos y actuar con naturalidad. Pero tus manos en mi. Mi boca en tu. Sería horrible aguantarse las ganas si pensase que voy a "ganar", es cierto; es mejor dejarlo así, sin tocar nada, como pendiendo en el aire y algo que se sabe presente pero no se presenta como certeza.
Si fuera un gato te clavaría las garras y me enroscaría entre tus piernas a modo yoestoyaquíparaprotegerte. "Ovillate a mi lado como si tuvieras miedo". (Adoro esa frase). Si no fueras un suspiro de alivio entre tanto grito, podría. Eres peor que la droga más dura. Y este es el peor texto que he escrito en mi vida, pero estás a 10235.03 . (puntos) de distancia y es perfectamente entendible que el vértigo distorsione las ideas. También puede que sea cosa de las tres cervezas consecutivas que me he metido entre pecho y espalda hace un rato y que ahora mismo corren burbujeando por mis venas. No sé, me da igual. Esto es solo una forma de expresar lo contrario de echar de más.

Dime que no es precioso que te quieran bonito. Venga, dilo si lo piensas y te atreves. Aunque sea requisito indispensable en mi hora de escribir. Es como un ingrediente que siempre tendrías necesidad de usar en la cocina si fueras cocinera. Pues si no estiro este sentimiento liviano hasta el fin de la posibilidad de la extensión infinita, no puedo escribir. Creo que llevo demasiado tiempo buscando ese dejarse ir irrefrenable muriéndome de amor. Me faltaba ese impulso que me llevara a derramar las letras, aunque fuera desordenado. Me encanta escribir desordenado, sobre . y ya estaba empezando a tardar.

Menudo caos acabo de montar ahí arriba (prometo solventarlo pronto, de veras).

15 julio 2011

Te voy a echar muchísimo de menos, me cago en la puta.
Sé que verdaderamente no te importará esto que voy a contarte, pero tenía unas ganas horribles de hacerlo desde esta mañana: he estado cambiando la habitación desde hace un par de días, he quitado una de las camas y vamos a comprar una de metro-quince. He pintado las paredes también. Ayer por la tarde pasé por una tienda de pintura y les pedí que me aconsejaran; acabé eligiendo un azul eléctrico. Es curioso, no lo pensé hasta que llegué a casa: me recordó a ti, a tu vieja camiseta que no te quitarías ni aunque te pagaran por ello. Y el cuadro que empecé a dibujarte, ¿recuerdas?. Lleva dos años reinando en el caballete que tengo a la entrada de la habitación y en ocasiones pienso que es un estorbo, pero no soy capaz de quitarlo de ahí en medio. Ahora parece que las paredes lleven tu nombre, y no es justo, no es justo que sigas presente tantos años más tarde.
Algo que también me descolocó un poco fue cuando me subí al taburete de madera para quitar una de las baldas de al lado de la ventana. Estuviste atornillando conmigo la misma hace un par de veranos, por estas fechas. La capitana vino a ver si necesitábamos ayuda ahí en lo alto y de pasó preguntó que si sabíamos qué significaban aquellas tres cifras que empezaban a aparecer pintadas por todas partes y, desde hacía un par de días, en las paredes del edificio de enfrente. Recuerdo que nos lanzamos una mirada producto de miedo mezclado ligeramente con confusión. Nos pusimos nerviosas, se tuvo que notar bastante, seguro. Y he de reconocer que hace eones que no notaba que mi inteligencia se dilatara tanto, diera tanto de sí. En aquel momento se me ocurrió lo más ingenioso que podría haber salido de boca de nadie, pues ella sabía que al fin y al cabo nos perdía la música, así que creo que fue una respuesta totalmente válida. Me he (son)reído recordando aquella situación montones de veces. Todo lo que recuerdo después de eso es que te fuiste, y ahora parece como si por aquel entonces, no volviese a saber de ti durante meses hasta que un día coincidiéramos, al menos en apariencia física, porque creo que tú y yo nunca volvimos a ser las mismas. Nos habíamos desencontrado por completo y aun no hemos regresado de allí a día de hoy. Es increíble lo que puede llegar a cambiar una persona cuando se pierde el contacto con ella. Bueno, imagino que lo que cambia realmente es la percepción, cambia nuestro punto de vista y la forma que tenemos de ver las cosas, es madurar. Pero no es eso a lo que me refiero exactamente, era una sensación extraña: era mirarte y parecer que no fueras tú en absoluto, que jamás hubiéramos cruzado siquiera un par de palabras antes de aquel instante.

Hace dos días que se hizo el último agujero y entonces empezó a salir todo a borbotones. Sufro de un ataque de sinceridad incontrolable. Me senté con la capitana a hablar hasta haberlo soltado todo. Le expliqué mis miedos, mis enfrentamientos internos, le expliqué mi forma de ver las cosas (o al menos le hice entender cuan diferente me siento). Me asustaba su mirada, no era capaz de mantenerla y me limité a clavarla en el suelo durante toda la conversación.

(...)

12 julio 2011

+

Eres como un muro infranqueable.

11 julio 2011

Terminará por atravesarme, pero bajo ninguna circunstancia debería volver a ir a buscarte, me niego a seguir dilatando las ganas. Me las estás destrozando. Parece que esta es la única forma de (in)comunicarme contigo, así que lo más que puedo decir es que ya basta, deja de actuar así, joder. Estoy aquí, donde siempre. Si eres tan valiente para dejar entrar en tu vida a las personas de esa forma, demuestra que no eres ni la mitad de cobarde siquiera para echarlas de ella. O me quieres cerca o no me quieras. Pero corta esta maldita incertidumbre por saber de qué forma cuento en tu vida. No es justo, da alguna jodida señal.

09 julio 2011


Cualquier intento por mantenerte cerca es alejarte más.
Créeme, ojalá pudiera borrarte.

08 julio 2011

Postlude.

Más vale un retroceso a tiempo que un avance desastroso.
Yo ya estoy bastante lejos.

07 julio 2011

Alejandra Pizarnik

dice que no sabe del miedo de la muerte del amor
dice que tiene miedo de la muerte del amor
dice que el amor es muerte es miedo
dice que la muerte es miedo es amor
dice que no sabe

04 julio 2011

inefable. necesito escapar de todo esto.

03 julio 2011

Y vuelta a empezar. Nunca es tarde para dejar cierto margen a los buenos comienzos.

Empieza a resultar bastante aburrido escribir en primera persona. Siempre fui más de perderme entre pretéritos e historias de terceros. Bueno, habrá que volver a jugar con el tiempo en no-contra.

02 julio 2011

Que nadie pueda decir que yo no lo he intentado.

28 junio 2011

Preludio.


Sólo quiero abrazarte íntegramente para que no se me olvide qué son tus manos aferradas a mi espalda. Disfrutar contigo, sin tipo alguno de compromiso, de los pocos días que queden por restar. En serio, no quiero saber ni cuántos son. Que si me tengo que olvidar de tu piel deslizándose por la mía lo haré, ¿entiendes?. Que si esto va a pasar a ser un recuerdo, lo haré también, pero vamos a sonreír mientras tanto. Joder, que no busco que descubras ninguna afinidad o yo qué sé que cosas que nos relacionen a perpetuidad ni nada por el estilo. Sólo me gusta abrazarte, o besarte, o hacer el amor contigo; y perdona si es una locura que me parezca buena idea hacerlo cada vez que me apetece, aunque eso pueda hacer que parezca que hay. o que somos. o que. ¿Y qué si apetecerme(¿te?) es un continuo? (en caso de respuesta negativa, perdona entonces también). Quizás mis conceptos estén un poco distorsionados, pero son mis maneras y sentir con mucha intensidad no precisa necesariamente de más cantidad de sentimiento -vale, me explico fatal-. Me gusta hacer las cosas lo más (im)perfectas posibles. Yo no sé medir el cariño, es algo que sale disparado desde dentro. Sólo busco una buena despedida, una buena historia. Me había cansado de arrasar con las cosas bonitas.

18 junio 2011

Siete.

Me gustaría que no sonara dramático decir que han sido unos días jodidos. You just gotta let it go -dicen Eels-. Pero cómo. Llevo días intentando buscar una solución. No, mentira, llevo días buscando la manera de que sea posible que exista alguna. Y todas me llevan al mismo camino. Eres libre y llegarás lejos. Tienes paciencia, sobre todo, porque eres plenamente consciente de ello. Me hubiera gustado compartir eso contigo. Por un momento pensé que, ¿sabes?. He sido feliz, mucho. Ha sido divertido. Intento tomármelo con calma, pero reconozco que me asusta un poco todo esto. La situación, la conversación y eso. Verte cada día es como restar uno, y no me gusta. Quiero tu sonrisa del primer día. Quiero tu sonrisa de antes de que nosébienelqué desmontara todo esto. Me asusta mirarte. Me asusta hacerlo porque mirarte a los ojos es sentirte lejos. Mirarte es decirte adiós.
Necesito saber que vas a recordarme. Necesito saber que durante un instante pensaste en quedarte, al menos. He intentando hacerlo lo mejor posible, lo prometo. Lo siento si no supe lidiar con la situación y perdí los nervios. Eres un poco complicada y no me has pillado en la mejor de mis etapas, has podido conmigo. Es porque me importas. O al menos así era antes, porque ahora tengo que aprender a que me seas indiferente. Y no me gusta. Me importas y tengo los sentimientos a flor de piel. Hacer el amor contigo es arte, es arte carnal, visceral.  Me gustaría poder encontrar las palabras y convencerte para que. Pero no puedo malgastar más fuerzas, porque en el fondo sé que no existen. Tú no existes. Y de ausente, me aturdes. Sé que tengo que decirte adiós, pero no sé hacerlo de una forma sana. Déjame decirlo sin tener que masticar este sabor a hierro oxidado entre los dientes, sin saborear lo amargo en las palabras de lo poco que me queda de ti. Déjame decirte adiós sin que este vacío se apodere de mi estómago. Déjame decir adiós con la certeza de un regreso. Déjame saber que vuelves, algún día, sea cuando sea. No te espero, pero déjame poder llegar a decir algún día que fue precioso conocerte.

15 junio 2011

No vuelvas a llamar si no es para decir que todo está al revés.

13 junio 2011

Interlude.

- Buenas noches.
- Las noches no son buenas si no son contigo.

12 junio 2011

Cualquier situación se torna demasiado amarga últimamente. Dime que me entiendes, soy una enamorada empedernida del amor y de las cosas bonitas [esto es algo común, creo (al menos escribir como si fuese tal cosa)]. Pasar tiempo contigo lo era demasiado como para no echarlo en falta, qué menos, ¿no?. Tener que echarte de menos a ti no entraba en mis planes, tampoco. Que me resultara complicado, menos aún. Ayúdame a re-hacerlo fácil, por favor. No es cuestión de pedir nada, ni de esperar que. Sólo que me gusta que estés, a secas, aunque vengas en pequeñas dosis. Mis intenciones no eran, ni mucho menos, acaparar ni hacer que te sintieras atrapada. Sé que tienes ansias de vida, de volar alto, que eres un espíritu libre y que nada puede detenerte. Me gusta observar eso. Me encanta y sé que llegarás superlejos. Creo que jamás me he interpuesto ni he coartado tu libertad -no pasaría esa idea por mi cabeza nunca-. Lo he sabido desde el principio y lo he respetado como nadie. Aún así, me gusta cuidarte, aunque no precises de nadie que lo haga, pero me gusta hacerlo, porque sí. Solo quise decir que estaría mucho mejor si fuera algo compartido. Que luego sé que es culpa mía tener que estar de esta forma y pasar por todo eso. No era mi intención, te lo juro, pero han sido las circunstancias y el no saber decir NO. El no haber querido pronunciarlo más que cuando se trataba de la misma pregunta retórica una y otra vez: ¿y por qué no?. Mira hacia donde me han llevado los yporquéno.
Que dejar caer alguna caricia de vez en cuando nunca está de más. No soporto los abrazos rotos.

De tanta sencillez que encerraba en sí mismo, era precioso; no quisimos menos pero hemos acabado echando de más. Que no se te extravíe tu manera de abrazarme .

11 junio 2011

Con esto quiero decir que no pasa nada, ¿sabes?. No se va a acabar el mundo si no apuras hasta los restos de los restos del último dedo de cerveza o si no le das la última calada al cigarrillo antes de tirarlo. Que no pasa nada, joder. Se entiende como terminado mucho antes de llegar a ello -hacia su mitad aproximadamente, diría yo-, todas sus partes tienen un destino común; y tomar ese último pedazo de cualquiercosaaloqueapliquemosesta"teoría" es como despedirse. Vale, despedirse suena un poco exagerado. Pero de todas formas, dime, a quién le gustan las despedidas.
Lo que venía a decir con todo esto (maldita paráfrasis), es que no tienes que apurar hasta el último segundo, ¿entiendes?. Ya no existe, dejó de ser mucho antes. Y cuanto más te obceques en acabar la parte anterior para llegar hasta ese último puñetero trozo para decidir si te lo comes o no, antes te darás cuenta de que se acaba, porque.

Deja los malditos extremos de una vez. De llegar con prisas al final de todo. Déjalo estar.
Mirarnos a los ojos es decir que.

07 junio 2011

Hoy necesito silencio.

06 junio 2011

Te escucho. Te entiendo. Al menos quiero hacerlo, quiero entenderte, de veras. Pero también quiero callarnos y que no exista este tema de conversación, sin tocar nada, sin mover un sólo dedo. Corremos peligro de derrumbe. Se me ocurriría decirte por qué no te dejas ser feliz, por ejemplo. No sé. Me bloquea un poco todo esto, para mí tampoco es fácil; a veces lo veo tan grande y tan cierto que me entra el pánico sólo de imaginar que también es propenso a desvanecerse. Como tú a ratos, que no estás. O que de verdad existe, da igual, asusta en la misma medida. Han roto demasiadas realidades aquí delante últimamente. Déjalo estar.

15 mayo 2011



Me gusta esta sensación. Hoy volvía andando a casa con las manos en los bolsillos y una sonrisa entre pecho y espalda. Hacía un calor asfixiante y mucho, mucho sol; pero esta vez no tenía prisa por llegar al portal. Prisas para qué. Hoy no necesito resguardarme de nada, de veras. El tiempo y esas cosas. Qué valor tiene y qué poco aprendemos a apreciarlo con el paso de los años. Vivimos a merced de.
Son las 0:01, apuntes encima de la mesa, alguna que otra onza de chocolate queda en el paquete y una bolsa de croissanes marca Dulcesol, también. Hace calor. Lástima que no seas tú el motivo. Te están esperando ahí, inagotables, como mis ganas de meterte en mi cama.
Miro a mi alrededor. Te veo. Tu sudadera cuelga de la percha y has dejado tu equipación de árbitro en una balda de la estantería. (Des)ordenado. Me encanta. Sigo con el pelo mojado. Nos hemos duchado y ese chorro de agua helada nos ha hecho pegar los pies a la realidad. Ahora lo entiendo todo. Me gusta la persona que eres, de veras. ¿"Que estás repleta de vida", dije un día?. Eso es porque no te había conocido a ti aún. Me vicia la línea que dibujan tus dientes entre tus labios. Me gusta como acompañas lo que dices con gestos de las manos y, desde hace eones, yo vuelvo a prestar plena atención a lo que me dicen sin que me cueste seguir el hilo de la conversación y sin que mi cabeza se pierda en universos paralelos. Me interesa todo lo que dices. Hablas de viajes, de gentes, hablas de amor y de tu cuaderno donde apuntas todos los pensamientos que escapan de tu cabeza. Hablas de sexo. SEXO. En mayúsculas. Hablas de forma traslúcida y tus ojos brillan. Tienes más miradas diferentes que abriles mi calendario. 
No busco sentirlo ni pensarlo ahora mismo, pero se me ocurre decir que ojalá te quedaras. Moriría de inhanición sólo por alimentarte de un millón abrazos, te los mereces. Tienes un corazón que no te cabe en el pecho y hoy me has devuelto las ganas de escribir. De escribir desordenado. Sobre amor (creo que no sé hacerlo sobre otra cosa). Que sí, que sé que suena demasiado grande y fuerte y asusta y es como "eh eh eh", pero no es eso. Es sólo que ahora mismo, en este preciso momento, lo pienso y creo que te rompería a abrazos y te regalaría un trozo supergrande de mi mundo. Porque sí, porque hoy, en este instante, es lo que me apetece. Y me gusta admirar desde abajo a una persona tan grande. Te estoy oyendo llegar. Estás cerca, lo sé. Ven.

13 abril 2011

Le regalábamos nuestras mañanas al colchón. Recuerdo que amanecía por el lado al que no daba la ventana de la habitación, y cuando a las doce se ponía sol en el punto más alto, empezabas a retozar y despertarte naturalmente con los primeros rayos que se colaban por entre las rendijas de aquellas viejas persianas. Yo aprovechaba cualquier ocasión para mirarte dormida y por ello intentaba despertarme siempre unos instantes antes que tú para observarte de cerca, con los ojos callados y la respiración apenas perceptible. Ya no usabas el mal humor que desprendías por las mañanas cuando te conocí por aquellos entonces. Pero es que era horroroso, parecías una niña pequeña que pataleaba y berreaba por cualquier chorrada. Cómo se notaba lo insegura que eras y el escudo que tratabas de reforzar continuamente con tus malas formas...

Ahora habías empezado a cuidarte la piel y a no saltarte horas de sueño, por lo que era abrir los párpados y provocar un estallido precioso de brillo saliendo de tus ojos. De persona sana y llena de vida hasta los huesos. (Me) sonreías y dejabas entrever tus dos filas de dientes tan bien alineados y blanquecinos. Me besabas la barbilla y con un par de dedos de tu mano derecha me acariciabas alrededor del ombligo y subías hasta las costillas por debajo de la camiseta. Delimitabas el contorno de mi ropa interior con la yema de tu dedo índice. Siempre pedías dormir al lado derecho, y que yo me colocara en el izquierdo, pues decías que así moveríamos el mundo. He de aclarar que me enamoré perdidamente de ti por la forma tan diferente, tan especial de pensar que tenías, por tus ocurrencias dispares. Porque no sé explicarlo bien, pero es como si hicieras de las ideas piezas de puzzle y pudieras alargar las horas pensando en todas las posibles combinaciones entre ellas hasta que alguna lograra convencerte. Al principio no terminaba de entender del todo tu forma de vida, el mundo interior que te habías creado dentro, ni siquiera las leyes que tenías que usar para gobernarte. Para gobernar tu rabia desatada cuando te empeñabas en no rendirte. Pero, de todo aquello, solo terminé por sacar en claro que quise quedarme y dedicar una vida a estudiar tu libro de instrucciones. Si es que alguna vez llegaste a tenerlo. No tardé demasiado (y si es relativo el matiz de "demasiado" entiéndase mucho más rápido de lo normal) en amoldarme a ti y querer más y más de todo lo que tenías para aportarle al mundo. Lo quería todo, y me hiciste volverme una egoísta en cuanto emocionalmente a ti se refiere el asunto, tanto que al final todo eso nos trajo un poco de cabeza; pero reconozco que supiste manejar la situación de forma inteligente y sacarnos del teje-maneje quebrado que estábamos formando.
Pues por todo ello me fascinaban esas frases ingeniosas que soltabas a bocajarro de vez en cuando. "Así movemos el mundo". Y te quedabas tan satisfecha y segura de ti misma cuando sentenciabas de esa forma. 

Acabo de recordar aquel otoño que pasamos en el norte, de cuando nos escapamos pedaleando por primera vez hasta aquél pequeño pueblo de la costa gallega donde se encontraba, a pie de un acantilado, el faro más grande y majestuoso que hayamos visto jamás. Qué lejano queda todo eso, y lo largo que parecía el camino por allá entonces hasta llegar hasta aquí. A partir de ese día acostumbramos a ir más a menudo hasta aquel lugar y siempre, tras pasear bordeando la línea que podría separar la vida de la muerte, nos sentábamos al filo del abismo con los pies colgando hacia el vacío. Con todo el miedo que aquello conllevaba y todo el aporte de seguridad que nos proporcionábamos mutuamente, también. Estaría tranquila mientras permanecieras allí. Sí, eso pensaba. Cuál será la sensación de caer en picado sobre tales rocas puntiagudas donde el agua choca contra ellas a velocidades bestiales. ¿Un segundo?, ¿dos?. Cuánto tardaría en morir una persona cayendo desde esa brutal altura y contra aquel fondo devastador y pedregoso capaz de romperte en pedazos. El tiempo de desbordarse los pulmones de agua o que una gran masa de tierra y agua te arrastrara contra esas afiladas navajas de piedra a gran escala. Sé que en ocasiones cruzaban tu cabeza ráfagas pensantes de lanzarte hacia aquel infierno, porque, tras perder unos instantes tu mirada entre tanta ola y tanto azul, de repente solía venir tu mano tensa a buscar la mía, que descansaba ajena al momento sobre el borde de separación entre el todo y la nada, la vida y la muerte, lo azul y. Y apretabas bien fuerte. Y bien, ahí podíamos quedarnos durante horas, descubriendo de forma inconsciente que así era fácil reforzarse: a base de curarnos los miedos impropios.

Bien, pues aquel verano habíamos decidido tomárnoslo con calma, nos pedimos unas pequeñas vacaciones y alquilamos un diminuto apartamento de playa en la costa portuguesa. Había sido el peor invierno de nuestras vidas, con creces, sufrimos tanto pérdidas emocionales como materiales. Así que, en definitiva, fue un caos. Acabamos extasiadas y, por ello, pensamos que una retirada a tiempo siempre sería la mejor opción. El piso consistía, básicamente, en un módulo de habitación donde las únicas paredes allí presentes eran la que separaban el aseo del resto de "zonas", si es que podían considerarse como tal. Era muy pequeño y tenía un decorado precioso, pues cientos de elementos artesanales, cuadros y algunas plumas de diversas especies de aves se repartían por las paredes, dándole un toque poco convencional a todo lo que se encontraba allí dentro. Entrando por la puerta, apartada en una esquina de la habitación, encontrabas de frente una mínima sala-comedor-cocina, de estas con barra americana. Había un pequeño sofá con asientos extensibles a juego con un gran cojín de esos sobre los que puedes sentarte y se amoldan a tu figura. En el centro de la salita se situaba una pequeña mesa rectangular de centro para café; la misma en la que fuimos depositando las cientos de conchas que recogimos a lo largo de aquellas dos semanas en nuestros largos paseos por la playa. Tras la barra americana, una cristalera cubría todo el fondo existente del apartamento. Desde ahí podías vislumbrar el mar en todo su largo y ancho, tan espléndido, tan mágico. Tan abrumador. En mitad de la habitación había una cortina opaca que separaba lo que venía siendo la cocina, de la cama. Era corredera, de tal forma que si la abrías del todo, ampliabas el espacio e incluso tumbada desde la cama podías ver la televisión cómodamente. Las sábanas eran de un color blanco pálido, de seda. Todo allí dentro era blanco, sanador. Los pies de la cama apuntaban directamente hacia la misma cristalera que continuaba desde el fondo de la cocina. Justo delante de la misma nos colocaron una mesita de pie de mimbre para balcones. Allí te encantaba sentarte a tomar el café tras la siesta. Desde la cama podías observar el paisaje: una capa de árboles frondosos tapaban la parte inferior y encima de los mismos, la larguísima línea que conforma el horizonte cruzaba estoicamente todo el ancho de la cristalera. Era tan precioso mirar ese espectáculo de color que juraría que, de no haber sido porque le restaría todo sentido a la ciencia, podría haber curado a cualquier persona en fase terminal con haberse permitido echar un único vistazo. Y sí, así fue, aquel lugar resultó ser nuestra cura, lo que extirpó que cada día creaba más distancia entre tú y yo, entre mis dedos y tu piel.

Una mañana lograste despertar antes que yo y, cuando abrí los ojos, te arrodillaste junto a mi cuerpo tendido en todo su largo boca abajo en la cama. Con las piernas flexionadas hacia un lado y los pies descalzos.  Vestías un bonito vestido blanco casi transparente que insinuaba tus curvas y pliegues por todo el contorno de tu figura. Tu largo pelo negro caía por uno de tus hombros hasta la altura de tu pecho. Si ya de por sí lo llevabas siempre tan bien peinado, entonces parecía que hubiese sido perfectamente colocado a propósito por un ángel, por lo menos. Llevabas las uñas cuidadosamente pintadas de rojo y con tus finos dedos, y reclinada ligeramente sobre mi espalda, jugabas a unir lunares formando triángulos escalenos deslizando tu yema de esquina a esquina por cada tramo de piel...

11 abril 2011

Creo que se comienza a olvidar a alguien cuando aparecen sentimientos que ya pesan más que la puñetera reincidencia del puñal clavándose en el pecho. Hace días que pienso en escribir mucho, todo el rato, pero no consigo sentarme a ello, se me escapan las ideas. Creo que últimamente me he auto inducido un miedo irracional a plasmar las ideas sobre el papel; mal vamos, pues así es como consigo yo desprenderme mejor de los lastres. 

Es como sentenciar, dejar constancia de todo lo ocurrido, literal o metafóricamente, por escrito y no dejar que vuelva a fluir por la mente. Tengo la sensación de estarme agarrando con uñas y dientes a la idea de que te marches, como si tratara de retenerlo,como si el vacío que fueses a dejar fuese mayor que el que has ido cavándome durante todo este tiempo, como si estos últimos meses de altibajos emocionales no hubiesen sido nada y lo peor fuese el salto final. Manda huevos.
Que las curvas que perfilan tus caderas jamás amanezcan vacías, que tu risa no penda de un hilo más fino que tu voz cuando me susurras al oído que. Ojalá que tus leves giros no marchiten nuestras nuevas mañanas de entre mar de sábanas blancas. Ojalá seas capaz de iluminar al mundo con el brillo que desprenden tus ojos. Que tus labios no tengan que callar ni esconder tus dos poderosos ejércitos color blanco marfil. Ojalá esa fuerza con la que pisas ahora sea la misma que te impulse a lo más alto. Que no se apague tu risa, ni tu voz, ni tus ojos.

02 abril 2011

Dices que te has teñido de un castaño cobrizo. Ahora usas vestidos y pantalones por encima de las rodillas. Que has cambiado tus zapatillas viejas por unas preciosas botas grises con hebillas. Vas andando como dando saltos por la calle e inspiras alegría. Lo exteriorizas. Que has cambiado los libros por cafés a las 4 de la tarde. Me han comentado que hasta conduces y que te has vuelto una persona serena, que eres responsable. Y eso que tú eras la más desequilibrada de las dos. 

Usabas gafas porque te sentías protegida detrás de las monturas; ahora son un complemento del que a veces te gusta desprenderte. Fumabas todo el rato sin parar y nunca llevabas mechero encima. Buscabas casualidades, y ahora los domingos te acuestas a dormir antes de las doce. Descansas tus ocho horas reglamentarias y te ha desaparecido el semblante cansado que siempre tenías, y con él las ojeras. 

Has dejado de comerte las uñas y ahora lucen rojas por completo y no con mordeduras de tener los dedos siempre dentro de la boca. Te pintas la raya del ojo y la repasas dos veces hasta que queda perfecta. Te maquillas y te echas sombra de ojos de un tono siempre un poco más claro del color de tus vestidos. 

Dices que nada ha cambiado, y yo te enseño páginas de libros viejos, hojas donde escribíamos nuestros nombres y conversaciones imaginarias. "He dejado de escribir", me has dicho. Y yo de verdad que he sentido que se me clavaba algo debajo de las costillas y me impedía respirar con normalidad. Qué ha pasado aquí -he pensado automáticamente. Que has empezado otro camino y que no hay viaje de vuelta.

24 marzo 2011

Puntos de no-retorno.
La gente va y viene callando todo lo que tiene que decir, ese tipo de cosas que nos quitan el aliento. Nos refugiamos en grupos de personas con intereses comunes. Nos escondemos detrás de una mesa de café y sacudimos la cucharilla con la misma energía con que removemos las ideas entre la espuma y la nata montada de los capuccinos. Miradas furtivas y gente. 

La chica del pelo rubio platino y gafas de pasta lleva un tatuaje enorme que le recorre la espalda entera. Seguro que es su coraza. (Su corazón). Ella fuma como si el tiempo no pasara, despacio, dando caladas ligeras al cigarrillo que sostiene entre los largos y finos dedos de su mano derecha, apretando el filtro suavemente con los labios. Dejando huella. Y yo lo pienso y sólo de hacerlo me entran ataques histriónicos, tengo una extraña urgencia de hacerlo todo deprisa, de hacer las cosas importantes a cuanta mayor velocidad mejor para dejar tiempo libre que perder. 

Necesitamos refugiarnos en lo material, expresión corporal, que lo llamo yo. Nos sentimos seguros tras esa cosa que nos identifica, que nos da carácter y personalidad. En lo que nos diferencia de la gran masa homogénea de gente. Tú pintas, yo escribo, él canta, ella hace fotografías y ha montado un bar de copas a lo Francia años 50. No hacemos lo que somos, sino lo que queremos llegar a ser. Derrochamos horas pendientes del reloj, del televisor, de las redes sociales y de la gente que pasa por la calle. Compartimos cervezas y un millón de cuestiones a debatir. Pasamos tardes enteras sentados en las terrazas con sillas metálicas que hacen un ruido característico al arrastrarlas por el suelo. La energía ni se crea ni se destruye, se transforma; y con el conocimiento pasa exactamente igual. -Tú toma éste, yo ese ya lo tengo repetido-. 

Hoy pasé por delante de una tienda que vendía vestidos vintage, quise comprármelos todos. Pero eran de esos que quedan por encima de la rodilla y a mí la vergüenza aún me queda a la altura de los tobillos. Hace un buen tiempo que te mueres, te encantaría estar aquí paseando por un parque con una litrona bien fría bajo el brazo e ilusiones que soltar a bocajarro. La primavera crea ilusión, devuelve las ganas y borra a rayazos de sol el viento huracanado demencial que nos inculca el invierno. 
     
También descubrí una nueva tienda de libros antiguos, una de esas a los que llevas los que no quieres y te llevas alguna que otra reliquia por un par de duros insignificantes. Me absorben. Hubiera entrado allí dentro a beberme todas aquellas letras, pero el tiempo. Pasamos el día dejándolo escapar y cuando nos topamos con cosas que nos quitan el sueño, caemos en la cuenta de que se nos hace tarde. Tarde, como tú llegas siempre a todas partes. Tarde. Me has robado la palabra.

22 marzo 2011

Si pudiera explicarte todos mis silencios.

15 marzo 2011

Que ya lo ves, no me queda nada más entre los dedos por mostrarte, ni rincones que destapar. No me queda más centímetros que desnudarme que arrancarme la piel a jirones. Me has hecho exponerme, me has hecho arrasar con los límites de lo moralmente correcto. Has provocado una necesidad de dependencia de la que no precisaba. Y qué. Ahora qué. Que si vas y vienes o has establecido círculos concéntricos que no admiten pisadas. Aún me quedan espacios que recorrerte, mil baldas de carne y hueso que analizar. 

Que los mechones de tu pelo no se enredan más que mis ideas si apareces. Y si no apareces, no trataré de entender por qué nos hemos perdido, cómo hemos llegado hasta aquí. He lanzado mis maneras al vacío, apostar todo por nada, que lo llaman. Aún necesito la protección del silencio. De la descripción de silencio que siempre me das. Ni siquiera esos textos que te hacen levitar con su estudiada y elegante prosa consiguen levantarme un palmo del suelo, si acaso. Y que tu nombre nombre tenga más de cuatro vocales usa mi saliva para calarme si me da por nombrarte.

Ser el epicentro de todos mis temblores nunca fue la mejor de tus ideas, aún se me estremecen las piernas desde que te perdiste entre ellas para luego. Si sitúas la vasija encima de donde se abrirá el abismo, a la mierda, estamos perdidos. Ya no nos quedan más testimonios cuestionables que los que sembraron tus dudas.
Me podrán llamar loca si quieren, pero les juro que yo le he visto hacer magia con las palabras. Que sea condición necesaria  para que., vale. Pero no puedo negar que además fuera suficiente para que se asentara en mis pensamientos. Esa manera tan fluida de atribuir adjetivos condecorosos a todo cuanto parece rodearle, cosas que cualquier otra persona hubiera descrito con una sencillez abismal... no sé.

14 marzo 2011

(hi)po(cr)esía.

21 febrero 2011

Vuelve el sol. No sabe que te has ido.
la muerte no es más triste que tus ojos.

17 febrero 2011

lo inalcanzable nunca levanta la voz.

15 febrero 2011

Habíamos llegado a extremos absurdos. A conversaciones desagradables y violentas antes de dormir. A evitarnos las miradas cuando todo lo que teníamos que decir se nos agolpaba en el pecho y nos salía disparado por los ojos. Aquel día no ocupábamos casi espacio, pero teníamos mucha necesidad. No consigo entender la situación. Aquél maldito día. Te levantaste tras recibir una llamada que te tuvo despierta durante más de hora y media. Te volviste hacia mí y susurraste con un suave hilo de voz "nosotros no somos". Así, tal cual, con los ojos brillantes y una mirada demasiado vacía que claramente mostraba la gran mentira que se escondía tras aquella frase. Esa puta frase que lanzaste sin que la duda dejara rastro alguno en tus labios. Cogiste tu ropa, te dirigiste hacia la puerta y te marchaste silenciosamente. Tan silenciosamente como entraste en mi vida unas semanas antes. Hubiese deseado que dieras al menos un portazo, y que ese golpe me hiciera pegarme escrupulosamente a la realidad; igual que tu frase, que pareció apenas arañarme y precisaba de mi agarre para que provocara escozor. Pero no quise hacerlo. Y desde entonces vivo en una desrealización permanente, sin ser capaz siquiera de haberme levantado a limpiar el cenicero repleto de colillas que fumaste aquella tarde y que parece absorber toda la energía positiva de esta habitación; es un círculo vicioso. Y la herida sigue abierta. Dejaste tu aroma abrazado al humo en cada rincón, éste tan denso que se ha quedado a vivir aquí, y me atrapa. Llevo meses en tu búsqueda y tratando de acertar el motivo de tu autodestrucción y no obtengo más que eternos y desgarradores silencios, es todo lo que me ha quedado de ti. Una brevedad que se ha dilatado temporalmente que de tan intenso parece de una duración indescriptible. Nada y el silencio, donde empieza todo, ¿no?.

...

07 febrero 2011



I've never been yours.

04 febrero 2011

No ocupamos casi espacio, pero teníamos mucha necesidad.

Que no se te extravíe la manera de abrazarme.

01 febrero 2011


Como cuando hablas sin parar porque necesitas soltarlo todo, hasta la gota que colmó el vaso, esa también. Cuando gritas sin tomar aire siquiera, hasta perder la voz, hasta quedarte sin aliento. Como cuando te desgarras la garganta intentando desprenderte hasta del último atisbo de lo que quiera que sea que te malcome, y arrancarte las espinas. El ceño fruncido y las entrañas apretadas por esa cosa que te golpea la boca del estómago, que te retuerce. Como las ganas de que vengas pero no aparezcas más. Como saciar una necesidad: una droga; y tú la metadona, pero llenarse de vacío es absurdo. Y consecuentemente, vivir de exponerse también. No sé que quiere decir exactamente eso, pero ¿no es acaso lo que llevas haciendo toda tu puta vida?.

¿Conocés esa sensación de vacío eléctrico que genera el odio canalizado hacia ninguna parte?.
y si me da por buscarte siempre estás al otro lado. con los labios y los ojos y la boca, que vivieron lo nuestro, callados. con las entrañas revueltas de no saber si lo que sentíamos en el estómago eran mariposas o unas ganas horribles de no tener que echarnos más de menos.

30 enero 2011

tendré que enseñarte la diferencia entre una discusión hostil y un debate inteligente.
Donde duele inspira.

20 enero 2011

La serpiente que se muerde la cola. La pena y el miedo ajeno. Un café frío y sin azúcar. El tabaco sin mechero. La farola sin luz. Los truenos sin relámpagos. El miedo de tener ganas o las pocas ganas de no tener miedo. El (no)sonido en el vacío. Un útimo día del año. La carta sin destino. La pluma sin tinta. El piano sin teclas. El dardo que no dió en el centro de la diana. Los besos que no encuentran labios y caderas donde derramarse. Un amor correspondido sin consumar. Un lienzo en blanco, el pincel con su ausente pintura. Una felicidad paradójica y triste. Una playa sin mar. La llave que se perdió del candado. Una foto desenfocada. Un ramo sin flores. El disco rayado. Una llamada que nunca llega. La lágrima que no quiere escapar. Mi colchón sin tu cuerpo. El agua fría en la ducha. El tren del andén de ninguna estación. El botón sin ojal. Las notas sin pentagramas. El hijo bastardo. Un velero sin mar. La herida que no para de sangrar, las cicatrices que no cierran. Las integrales que nunca consigues resolver. Un pozo sin fondo.
Las cosas que nacen siendo final.
Amar sin desear.
Una puta enfermedad terminal.
La ausencia de tu voz al teléfono.
La llama sin gas donde explotar.
Una canción sin estribillo.
Una rima mal construida.
Un texto sin sentido
sobre cosas vacías.

13 enero 2011


No pretendo que me abraces por detrás y me rodees con los brazos a modo flotador. Ni que me digas "yo voy a salvarte" cada vez que parezca que el día haya conspirado contra mí y esté jugando a hundir la flota. No quiero que te acoples en mi vida a modo trinchera ni me cubras las espaldas en todas mis batallas mentales. Tampoco que pienses en plural cuando te despiertes por las mañanas. Que conozcas que prefiero el café recién hecho bajo la manta en el sofá y que me regales palabras y pensamientos de vez en cuando. que cuando tengas un motivo para sonreír, me hagas saber que yo soy causa primera. Que completes el eslabón que falta de la cadena y me apartes el pelo de la cara con las dos manos y una sonrisa cuando salga de la ducha empapada.