Que, por ahora (y me arriesgo a utilizar los adverbios de tiempo), eres mi razón.
Pégame cada vez que me reafirme en que la vida es un teatro con decoración inacabada digno de películas terroríficas de serie B o me de por dedicarme a implantar mi dictadura de atentado y corrupción contra las emociones.
Lo confieso, echo de de menos que me digas que compartamos frases bordadas y tomemos cervezas con pajita negra que así...
Qué hija de puta, no has cambiado nada con los años.
Qué hija de puta, no has cambiado nada con los años.
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