No lo soporto más: hacer como si todo estuviera en orden. Refugiarse en Siddharta y en todos esos calmantes temporales que no hacen nada más que enredar y enredarme. Tengo que desaparecer; que alguien haga chas, porfavorselopido. Ya está bien de autoengañarme, te echo de menos y eso es una realidad tan aplastante como un golpe seco con la palma de la mano extendida sobre la mesa. Esa sensación como la de un niño ahogado por el ansia de la ceguera inaugurada producida por el exceso de cosas novedosas y detalles por testar. Todo esto está de estreno y en plena ebullición, prematura pérdida inminente de lo virgen de las emociones; que alguien me preste el mando, que quiero cambiar de canal.
Déjame encontrarte.
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