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Ella es ventana abierta que me inyecta aire fresco en los ojos si voltean. Ella es difusa y me salva. Me rescata si me descubre catatónica y explosiva. A explosiva me refiero cuando estoy solo a tres derrotas de la involución.
A catatónica cuando las derrotas son inminentes.
Ella descansa en el espacio reservado entre el mentón y las clavículas, me acompasa cuando respira profundo, tan ausente. Yo en las horas tardías me elevo y me siento arder; y, en ocasiones varias, las terceras falanges de las manos flaquean, cuando sufro de congestión de la escritura.
Se desliza sigilosa sobre mi cuerpo, desnuda y frágil, cuando me lloran hasta los brazos y las piernas y el vientre y el tramo de carne entre el tercer y cuarto costillar. Ella se vuelve manta y me cubre; se hace ancla y me sostiene si me ve ansiosa de miedo y escapar.
Le doy vueltas con cuchara sopera a mi taza de café y pienso qué putada joder si no estuvieras. El café ya no duele porque sustituí el letargo de morir de amor y sangrar creatividad por el aplastante aburrimiento que aporta la felicidad enlatada. La e st abi l ida d me aburre pesadamente, pero me ha acogido en sus brazos y me está dejando descansar los ojos. Ahora veo difuso a través de los párpados. Se torna todo tan lejano y distinto con este filtro vaporoso, con esta barrera de seguridad que se forja cuando se disipa el miedo, cuando no hay estado de alerta ni acecho.
El miedo hace a lo cotidiano plasmarse en tu retina con trazo de pincel de punta gorda, remarcado.
Si tiemblo, desliza lentamente tu mano sobre mi frente y baja hasta los ojos y cierra. Cierra la compuerta. Si me abrazas por detrás el temblor se convierte en lágrima huidiza que baja y reposa en la cadera. Deja que me pierda en la selva que supone tu pelo. Déjame anidar esta revolución, -me sale susurrarte derramando risa por los ojos-.
Puedo verla ahí sentada, con las rodillas desnudas cruzadas, y cuando vislumbro su entrepierna, eh, juro que tal gesto se me antoja tan sensual que podría decir que la piel de sus grietas tiene textura de cachemir.
Vivo tan como en otra galaxia; que hace tiempo que no paseo
por esta isla
de paz en medio de tanta desidia. Ella es primavera permanente, flor en bruto. Me-arrimo-más-a-ella porque el pum-pum pum-pum ha descendido considerablemente, aunque me sienta ordinaria y del montón, anónima y pasajera; pero joder, esto me viene de puta madre. El mal humor tempranero de madrugar lo saco a subasta, y ahora si quiero me hago un jodido regalo de desayuno con zumo de naranja recién exprimido, y si me da me fumo un cigarro hasta el filtro y sin sujetador en el balcón, y me rasco ahí atrás y, si me da también, igual me tiro toda una mañana haciendo cualquier cosa normal porque me siento normal, que lo mismo comienzo un libro infumable y abandono, que me da por ponerme a hacer macramé escuchando bossa nova.
Reconforta abandonar el tedio a intervalos
porque nos hace creernos ajenos a la miseria.
Yo estoy de vacaciones en una espalda.
Me encanta. Tan vehemente, tan intimo, tan delicado, tan elegante. Es ud una grande.
ResponderEliminarMil gracias. Por comentarios así, las ganas de seguir escribiendo nunca faltan.
Eliminarcreernos ajenos a la miseria... me gusta tu forma de escribir, la admiro
ResponderEliminarMuchas gracias. También tengo el placer de leerte.
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