Me gusta esta sensación. Hoy volvía andando a casa con las manos en los bolsillos y una sonrisa entre pecho y espalda. Hacía un calor asfixiante y mucho, mucho sol; pero esta vez no tenía prisa por llegar al portal. Prisas para qué. Hoy no necesito resguardarme de nada, de veras. El tiempo y esas cosas. Qué valor tiene y qué poco aprendemos a apreciarlo con el paso de los años. Vivimos a merced de.
Son las 0:01, apuntes encima de la mesa, alguna que otra onza de chocolate queda en el paquete y una bolsa de croissanes marca Dulcesol, también. Hace calor. Lástima que no seas tú el motivo. Te están esperando ahí, inagotables, como mis ganas de meterte en mi cama.
Miro a mi alrededor. Te veo. Tu sudadera cuelga de la percha y has dejado tu equipación de árbitro en una balda de la estantería. (Des)ordenado. Me encanta. Sigo con el pelo mojado. Nos hemos duchado y ese chorro de agua helada nos ha hecho pegar los pies a la realidad. Ahora lo entiendo todo. Me gusta la persona que eres, de veras. ¿"Que estás repleta de vida", dije un día?. Eso es porque no te había conocido a ti aún. Me vicia la línea que dibujan tus dientes entre tus labios. Me gusta como acompañas lo que dices con gestos de las manos y, desde hace eones, yo vuelvo a prestar plena atención a lo que me dicen sin que me cueste seguir el hilo de la conversación y sin que mi cabeza se pierda en universos paralelos. Me interesa todo lo que dices. Hablas de viajes, de gentes, hablas de amor y de tu cuaderno donde apuntas todos los pensamientos que escapan de tu cabeza. Hablas de sexo. SEXO. En mayúsculas. Hablas de forma traslúcida y tus ojos brillan. Tienes más miradas diferentes que abriles mi calendario.
No busco sentirlo ni pensarlo ahora mismo, pero se me ocurre decir que ojalá te quedaras. Moriría de inhanición sólo por alimentarte de un millón abrazos, te los mereces. Tienes un corazón que no te cabe en el pecho y hoy me has devuelto las ganas de escribir. De escribir desordenado. Sobre amor (creo que no sé hacerlo sobre otra cosa). Que sí, que sé que suena demasiado grande y fuerte y asusta y es como "eh eh eh", pero no es eso. Es sólo que ahora mismo, en este preciso momento, lo pienso y creo que te rompería a abrazos y te regalaría un trozo supergrande de mi mundo. Porque sí, porque hoy, en este instante, es lo que me apetece. Y me gusta admirar desde abajo a una persona tan grande. Te estoy oyendo llegar. Estás cerca, lo sé. Ven.