05 julio 2012

Recordar fugazmente la vida a fragmentos.

Aquel verano, aquellas vacaciones en nosequéparte del norte/mitad de España. No consigo alcanzar a recordar el sitio exacto, pero creo que se trataba de una residencia de tiempo libre en Segovia, entre unas montañas. "La Casona del Pinar" se llamaba, o algo así. La decoración de las habitaciones era bastante escueta, pero al menos tenían una litera y una cama de matrimonio. Yo pedí dormir abajo. La parte de arriba de las literas me habían dado siempre un poco de miedo hasta que decidí poner una en mi propia habitación, y fue una gran idea, aquella cama se convirtió en mi refugio durante muchos años. Desde allí arriba lo veías todo con otra perspectiva. Dormía por temporadas en cada cama, alternando la litera y la de abajo, pero cuando la cosa se ponía fea no había quien me bajara de allí. La cuestión es que las camas de la residencia tenían mantas marrones muy gordas, de estas que dan calor solo con mirarlas. Pero aunque fuera verano hacía bastante frío por las noches. Recuerdo la entrada al edificio, la recepción y los extintores allí al fondo de cada pasillo. La tercera planta, la cuarta habitación a la izquierda. El comedor y las sopas con picatostes. Aquellas botellas de vino de cosecha propia del lugar, sus etiquetas doradas. Hacían competiciones en las piscinas y organizaban talleres con monitores. Para cerrar las vacaciones montaron una gymkana, y en la última prueba colgaron globos llenos de harina a lo largo de una cuerda. Teníamos que subirnos a hombros de alguien, nos colocaban detrás de una línea y tras la voz de aviso debíamos trotar hacia la cuerda y explotar nuestro globo correspondiente antes que nadie. Yo me subí a hombros del Capitán y corrimos, de verdad, más raudos que el viento. Disfruté sobremanera aquel momento, y aquel recuerdo ha vuelto fugazmente a mi cabeza esta mañana. Y he soltado una sonrisa de medio lado


y me he perdido en toda aquella explosión de blanco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario