31 diciembre 2010
28 diciembre 2010
Mira, no sé ni por qué me tienes así. Pero ya va siendo hora de que termine ésto. Me siento absurda y creo que mi paciencia ha terminado por agotarse. Verás, no es que tenga una necesidad horrible de tenerte. Pero es que no te has dejado conocer, y mira que yo te dije que me iban las cosas complicadas. Me cago en la puta. Parece que te hayas remangado la camisa y que hubieras estampando tu mano dentro de mi pecho con fuerza, atravesándolo; y me has tocado hondo. No sé en qué parte, porque no tiene pinta de ser en el corazón. Es mucho más allá, es un vacío que has dejado cuando volviste a alejarte y me dejaste colgando sin venir a clavarme tu mano dentro del pecho. No te estaba prometiendo la vida ni nada de eso, ni quería establecer ningún tipo de vínculo especial contigo ni blabla, pero es que te conocí, y al momento supe que había "algo". Sí, ya sabes, ese tipo de algo que la gente se dice cuando se conoce y siente una atracción especial. No me refiero con esto a que pensara que fueras el amor de mi vida ni que pensara que se estaba formando algo entre. No, joder. NO. Yo te lo dije: me inspiras confianza; o algo así. Notaba que estabas muy muy muy llena de vida y que sería interesante conocerte. Quería conocerte. Y yo no soy de conocer a las personas como todo los demás: "me conozco tu talla de sujetador, tu número de pie, el nombre de tu colonia favorita para regalártela cada año por navidad y tu serie de televisión preferida". No. Menuda chorrada. No me has dejado saber si te sabe el café diferente por las mañanas o por las tardes, si la cerveza te deja resaca o si te levantas más despeinada aún que como te acostaste. (Eso en ti creo que resulta imposible). Tampoco me contaste cuantos tonos dejas sonar hasta que coges el teléfono. O si cuando recibes un mensaje en la bandeja de entrada esperas un segundo antes de leerlo o lo abres inmediatamente. (Alguien me dijo una vez que era bueno esperar un momento antes de abrir algo que esperamos con ansia, pues eso hace que asimiles lo que vas a hacer y que en el momento de recibirlo lo asumas como una certeza y no como algo que ha sucedido pero que no terminas de asimilar del todo. No sé si me entiendes, debería haber puesto otro ejemplo). No sé, pero me das un montón de rabia y te juro que me habría acercado a ti al verte y te hubiera dado un abrazo que te hubiera roto en dos pedazos. Creo que yo podría haberte hecho feliz. Tenía ganas de querer a alguien, te lo juro por dios, y yo no tengo la culpa de que tú aparecieras con tus malditas gafas de pasta, ¿sabes?. Pero mira, que te digo todo esto porque he decidido que ya es hora de pararlo, y escribiendo consigo desprenderme de las cosas. Ni siquiera yo me explico cómo has podido significar tanto en tan poco tiempo. Y me da pena, porque al fin y al cabo me dedico a autodestruirme cada vez que dejo entrar a alguien en mi vida, porque la gente viene, te abre en canal, te roba las ganas y se marcha. Y tú te quedas como flotando en el aire. (Tampoco me dejaste saber si te gusta cocinar por devoción o porque te gusta sorprender a los demás). ¿Cuentas el tiempo en canciones?. Yo siempre, y de mi casa al colegio donde yo estudiaba cuando era pequeña hay tres. Bueno, dos canciones y media si acelerabas el paso.
21 diciembre 2010
Sé que pensarás que estoy loca y todo eso o que me estoy obsesionando o lo que quieras. Pero tienes que entender que me aburría demasiado como para no pensar en ti cada x tiempo, aunque fuese consciente de que lo moralmente correcto era obligarme a no hacerlo. Mira que lo intentaba, pero la parte de mí que no esperaba nada más que 'una semana genial contigo porque te ha dado el arrebato y querías hacerte querer pero ya se te ha pasado' la ha absorbido la parte de: no espero nada de ti, pero por impulso me sale ansiar que vengas a seguirme el rollo, a seguir alimentando aquello que fuera que comenzaste a crear en mi boca del estómago. 'Es bonito sentir mariposas otra vez, aunque sólo duren días, una semana o un mes. Y te olvides. Pero es tan bonito como necesario'. Creo que tengo que decirte todo esto porque digamos que parece que está todo esparcido en el aire y yo necesito cerrar etapas. Digamos. Y no quería pensarte más canciones que tú a mí al día. Y me estaba odiando muchísimo por ello. Yo qué sé, me gustaba un montón, no sabes cuánto, verte ahí con las piernas cruzadas y sentada sobre uno de tus pies, en el filo mi cama. Y joder qué puto coraje me entraba por no poderte dar un golpe en la cabeza y decir te odio. Ahora, ya obvio, no eres nada. (¿O sí?). Pero me da rabia pensar que para cuando a ti te dé por volver a buscar calor en la almohada a la que yo me abrazo cada noche desde que no estás, ya no nos quedarán las ganas, si acaso. Y no es que estuviera buscando un pretexto para que te quedaras. Sólo que por más que lo buscaba, no conseguía encontrar un motivo suficientemente convincente como para tener la fuerza de voluntad de agarrarme a las exuberantes ganas de no querer tenerlas más. Y no es culpa mía si llevo una vida buscándote y cuando estoy a sólo dos años luz de alcanzarte te desvaneces. Maldita inercia de ir siempre a agarrarme al vacío.
13 diciembre 2010
No debería estar permitido privar de la carne ajena, de caricias infundadas o besos a quemarropa. No se puede acostumbrar a alguien a un cuerpo y luego desvanecerse fugazmente dejando en el recuerdo apenas un rastro efímero de la textura de cada tramo de carne y piel. No puedes derramar tus caderas sobre las mías y, tras arrebatarme el autocontrol de las ganasde., pretender que todo vuelva a su estado inicial con simplemente palmear al aire. A los cuerpos inertes hay que dedicarles un tiempo para malearlos. Dicen que se tarda en olvidar al menos la mitad de lo que duró el sentimiento.
12 diciembre 2010
Me gusta hacer las cosas bajo presión. Bueno, no. No es que me guste exactamente, es más bien que usar de eso me proporciona una extraña sensación de alivio, esa maldita necesidad de llegar como con prisas al final de todo, apurando el tiempo, arriesgando oportunidades, apostando todo a perder y sobrepasando los limites de lo seguro. Creo que hace bastante que perdí las marcas de mis límites. Dejarse la vida a despojos en ello. O tocar compulsiva e intermitentemente lo rojo vivo aun sabiendo que te vas a quemar la punta de los dedos, rozando los extremos, y apegándose a todo diagnóstico patológico complementario, alcanzando casi comportamientos tanto disruptivos como destructivos.
Como si de brutales descargas eléctricas necesarias para poner en funcionamiento todo un sistema de conexiones neuronales (o vete tú a saber qué tipo de cosas abstractas tendremos dentro de la cabeza) se tratase. Como decidir bloquear el subconsciente y establecer estrechas relaciones, atar tu vida a alguien, ignorando las altas posibilidades que existen de que te de por salir pitando, huir; aprovechar que, durante unos instantes, sientes que vuelves a estar en contacto con la realidad. y explotar eso hasta la extinción.
Es necesidad no catalogada.
11 diciembre 2010
¿Sabes?, a veces pienso que sigues siendo una completa desconocida, otra vez, quiero decir. Porque juraría que alguna vez logré llegar a conocerte, un poco, al menos. Pues eso, eres otra vez una extraña, sólo que esta vez no sé si me gusta la idea. No estoy hecha para los bucles, siempre se me dieron mal. Y lo peor de todo, es que creo que mi vida ya es uno enorme de por sí, con lo cual debo estar destinada a la autodestrucción eterna o algo parecido, maldita seas.
08 diciembre 2010
Acaso tienes la menor idea de lo que es que la rabia se apodere de tu cuerpo, que trepe entre tus costillas o que la absorba hasta el más insignificante poro de tu piel. Que te la inyecten en vena, a dosis abismales, y que cuando te llegue al corazón, éste la impulse de tal forma que haga palpitar con violencia hasta la más pequeña ramificación de todas tus arterias. Que te peguen una sacudida todos los músculos a la vez.
Lo peor de todo es que tienes que sacar fuerzas de dondecojonespuedas para contenerla si no quieres ver tu cabeza estampada en el cristal que tienes delante.
Menuda mierda, sí. Y de repente te suelta, te deja caer al vacío, y se lleva consigo cualquier pequeño aliento de vida que encuentre en su camino, hasta de entre tus más podridos rincones.
Entonces, si nunca has experimentado esa sensación, más vale que.
Lo peor de todo es que tienes que sacar fuerzas de dondecojonespuedas para contenerla si no quieres ver tu cabeza estampada en el cristal que tienes delante.
Menuda mierda, sí. Y de repente te suelta, te deja caer al vacío, y se lleva consigo cualquier pequeño aliento de vida que encuentre en su camino, hasta de entre tus más podridos rincones.
Entonces, si nunca has experimentado esa sensación, más vale que.
07 diciembre 2010
spring's gone.
De izquierda a derecha. Amarillo, amarillo, blanco, mierda. Tengo el miedo y los nervios acoplados, aplanados en la garganta. No puedo dejar de pensar en que vienes. Y es que esta vez es cierto que vienes, ¿sabes?. Diría incluso que casi te estoy viendo ya bajar del autobus, con tu mochila de cuero marrón, una mano en el bolsillo con dos dedos por fuera de este sosteniendo un cigarrillo apagado y que vas a encenderte en cuanto pongas una de tus zapatillas viejas y sucias en el suelo. Con la otra mano te colocas el flequillo que siempre te cae resbalando por la frente y te mojas un poco los labios con la lengua, como si cataras el aire de esta ciudad. No sé si me diagnosticarán una parada cardíaca autoinducida o qué, pero este es un completo suicidio a mano armada, pero sin armar. Noto el corazón en las manos, en las pestañas. Noto el corazón en. No noto el corazón, se me ha salido por la boca. Amarillo, amarillo, otra vez, joder venga. Espero ansiosa. Aún no puedo creerme que estés llegando aquí, a mi ciudad, a esta estación. Pero puedo imaginarte sentada en el autobús, observando, como sólo tú podrías hacer, preguntándote cosas que la gente normal no se llegaría a cuestionar en su vida. Cosas como por ejemplo por qué el chico con el pelo tupido de dos asientos más allá de la parte derecha no deja de rascarse la cabeza y mirar el reloj nervioso. Una bomba, lleva una bomba seguro -murmuras para ti misma-. E inmediatamente ya estás analizando otra cosa, superponiendo pensamientos. Como por ejemplo, que hay que ver lo bonita que es la luz de la prematura primavera. Puedo visualizarte allí sentada, inmóvil, al final de cualquiera de aquellos autobuses de color blanco y letras azules. Azules. Como tus ojos. Cruzando el puente de los seis anillos, el único que conoces (que me lo repites siempre y no me canso). Puedo casi verte pensando, dando todo eso que va a ocurrir por sentado, como si venir a verme a escondidas fuera lo mas normal del mundo, como si lo hicieras formar parte de tu rutina, así pierde importancia, ¿no?. Al contarlo, al expresarlo con palabras, se hace tangible y pasa de ser algo real a convertirse en certeza -piensas seguro-.
Dentro de poco, en unos minutos, vas a estar a dos centímetros de mi boca. Y esa es muy poca distancia, ¿sabes?. Joder.
A todo eso le doy vueltas en mi cabeza mientras observo muy atentamente cómo decenas de autobuses se amotinan poco a poco en la estación, lanzando fuertes rugidos desde alguna parte del interior de esas grandes carcasas oxidadas, esquivándose unos con otros y saturando el sonido de forma brutal. Dejo que el ruido se apodere de todo, haciendo así que pase a un segundo plano y que mis oídos se acostumbren a éste. Todos se colocan en orden, formando un ejército de masas pesadas, humo, ruido y metal; unos al lado de otros. Descansando sus pesadas armaduras sobre sus desgastados neumáticos y sus motores enfriándose; colocándose entre metálicos chasquidos, crepitando de forma similar a como lo hacen unas hojas secas al ser pisadas, pero a lo bruto; y yo empiezo a atenerme a lo que viene en unos instantes.
8.37 de la mañana. Abril. Sevilla. Mi ciudad. Infarto. Corazón. Tuyo. Tú, yo.
Y así paso una hora sentada en cualquier esquina de esta estación, observando con detalle la vida tan ajetreada que llevan todas esas personas que suben pisando fuerte hacia la planta superior y hacen temblar la barandilla de la escalera principal. La misma vida sin vida. Pensamientos fugaces mientras te imagino, has dado tantas vueltas en mi cabeza que ya estás presente en ella incluso cuando trato de no hacerlo.
Tiempo suficiente para ir familiarizándome con esos grandes muros, con cada uno de los sucios rincones, con todas esas enormes vigas que atraviesan el techo de un extremo a otro como si de telarañas a gran escala se tratasen, una maraña de hierros que cruzan de lado a lado. Te quiero tener aquí delante, debajo de todas esos palos gigantes, bloqueándome hasta los movimientos voluntarios más básicos y haciendo que mi inercia de pensar en cosas sin pies ni cabeza me parezca lo mas absurdo del mundo, porque estás aquí delante y sólo cuando no, todo deja de tener sentido. Y yo me pierdo.
"El autobús con destino x está a punto de efectuar su llegada a la estación", suena por megafonía, rebotando arriba y abajo, con eco. Un mensaje envasado al vacío, que termina escapándose por algunos de los grandes ventanales que cubren en cadena toda la parte superior de los muros de la fachada. Mierda, acabo de reparar en todo lo que me han empezado a sonar las tripas ahora mismo, y es que todo esto es cierto. Y yo ya estoy deliarndo. A estas alturas ya casi estarás de pie en medio del estrecho pasillo entre las columnas de asientos, con las piernas un poco cruzadas tal quela rodilla izquierda quede levemente por debajo de la derecha. Siempre. Mordiéndote espontáneamente las uñas para controlar tu nervio, sujetándote la caída natural de tu pantalón tirando de la hebilla del cinturón hacia arriba, con la otra mano colocándote las gafas y el flequillo (en ese orden) y sujetando la mochila; todo eso de forma intermitente. Y la mirada perdida en cualquier parte...
Tras localizar el autobús en el que vas montada, no puedo evitar correr hacia él de una forma que denota un poco de histeria, que trato de disimular. Y al llegar dejo caer mi hombro izquierdo sobre la columna situada frente al cartel indicador del número de andén. 10, dice. Di-ez. Estaba claro, no podía ser otro. El autobus se detiene a apenas unos metros del pilar que me soporta. Termina su viaje soltando un gran chasquido que se me antoja demasiado eléctrico, apaga sus entrañas y abre sus puertas tras dejar escapar un sonoro bufido, como quejándose. La señora de la gabardina de color rojo chillón (hortera), el niño de camisa a cuadros y peinado rollo ochentero. El chico nervioso de la bomba inexistente. Tú. Estás preciosa joder, estás tan guapa que eclipsas -susurro a todos y a nadie en particular-.
Y es entonces cuando parece que el aire se condensara y me ensordece, escucho mi respiracion como si estuviera sumergida por completo en una bañera y dejara que el agua se colase en mis oídos. Surcando todas las penetraciones y dejando entrar algún estigma sonoro, si acaso, un pequeño resquicio de toda vida allí existente que nos rodea. Y veo todo eso como si se tratase de una sucesión de fotogramas, de fotografias polaroid pegadas unas al lado de otras formando una trama de. Silencio, un pitido, silencio, tú, acercándote. Silencio otra vez. Tú. Te apartas el pelo con esa elegancia natural que tanto derrochas, esa que tanto me pierde, esa que me vuelve tan loca, tan imparcial, tan egoísta.
Silencio y tú a dos pasos de mis labios. "Hola", dices mientras me tomas de la mano derecha con tu izquierda y me la aprietas con fuerza. "Hola mi chica", vuelves a decir, con una sonrisa tan tímida pero intensa a la vez. Mecagoenlaputa. Caigo en la cuenta de que me he quedado inmóvil, y tras ver que esperas una reacción por mi parte y casi por impulsividad e inercia, te rodeo por los hombros con mis brazos. Tengo que tener una cara de espanto, o de algo similar, seguro. Tengo que tener cara de "de no ser porque me tienes bien agarrada, echaría a correr en cualquier momento por esa maldita puerta". Me miras demasiado, y muy fijamente, me pones tan nerviosa que. Me miras tanto que me calas por dentro, me estas empapando de la cabeza a los pies.
Te acerco hacia mí pasando uno de los brazos por encima de tu cuello y el otro rodeando tu cintura, y me tiemblas los dedos en tus caderas. Tú haces igual. Y te fundes conmigo en un puto abrazo de esos que te corrompen por dentro y hacen que se disparen todas las alarmas de tu sistema nervioso.
El olor de tu cuello es el culpable de que caiga en picado hacia la realidad, como un hipnotizador que chasquea los dedos para que salgas del trance. Pues igual: estar contigo es como entrar en trance. Te entra una paz mental por dentro que eso no tiene explicación científica ni podrá tenerla jamás ni nada, porque es que joder. Nos separamos despacio sin hablar, sin decir nada, nunca fue necesario, -piensas-. Por poco, casi se nos escapa un abril.
Nos separamos a sabiendas de que no nos hemos saciado aún de brazos cálidos, de suaves roces, nos separamos sabiendo que podríamos seguir ahí quietas toda una vida como si nada, y eso, no hubiera pasado nada. Pero nos separamos, ¿sabes?. Nos miramos muy de cerca, nos sonreímos, con el aire pendiendo en los labios, colgando de los tuyos a los míos, como si se balancease por lianas que no tienen nada de existentes. El aire formando espirales de lo cercano de tu boca a la mía y tú y yo en la estación, estáticas, con ojos llorosos, con sonrisas de labios callados y corazones a punto de estallar. Manos temblorosas que piden a gritos fuertes apretones. Tú y yo, aquella estación. Y sevilla. Preciosa Sevilla.
Aún con los abrazos fríos: bienvenida seas, primavera
(a la estación de tus caderas).
02 diciembre 2010
Aquí, donde tus ganas se quedan cojas, en el punto de inflexión. en el punto más alto de la curva y con todo el vértigo en los bolsillos. Y parece que todo vaya a romperse en cuestión de milésimas, ¿no?. Como estos días en que el cielo amanece cargado de nubes negras y de la ligera impresión de que todo vaya a estallar y caerse con furia sobre nuestras cabezas de un momento a otro.
Pues yo hoy he decidido que puedo permitrime el lujo de decirte que no es justo que.
Y que maldigo los contornos del dibujo de tu perfil sobre tu sombra y tus curvas, y que tus caderas derrochan más arte que.
Y que maldigo los contornos del dibujo de tu perfil sobre tu sombra y tus curvas, y que tus caderas derrochan más arte que.
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